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domingo, 10 de marzo de 2013

Florida Park


Paseo de la República de Panamá, 1 (Parque del Retiro)
Metro: Ibiza (línea 9)
 



El 2 de noviembre de 1976, la primera de TVE estrenaba, la noche de los martes, un programa de variedades presentado por el bigote de José María Íñigo. Millones de españoles se agolpaban frente al televisor para ver a José Luis Perales, Dyango, el trío Acuario y Rafaella Carrá. La mayoría se quedaba hasta el final esperando a que saliera Susana Estrada y enseñara un poco de flequillo púbico. Los que presenciaban in situ el evento, grabado en Florida Park, eran agasajados con una cena. El whisky fluía a litros... allí no se podía fumar más. Una espesa niebla cubría el escenario como en los conciertos de Obús en el campo del Rayo.

El programa acabó meses después de que yo naciera, por tanto toda referencia me ha llegado a través de vídeos. Pero hubo, en mi opinión, dos momentos épicos:

1. Cuatro tiznados nicaragüenses armados con espesas barbas y mostachos daban el campanazo sobre el escenario con una pícara canción  popular. Eran Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina presentando: "Son tus perjúmenes mujer los que me sulibellan". Todos con pinta de pertenecer a una célula sandinista en Madrid. Canción tan simpática como brasas que a día de hoy siguen tarareando, muy de vez en cuando, nuestros padres. Y si lo menciono es porque, con gran sentido del humor y de la oportunidad, se metieron en el bolsillo a ese público que, hasta entonces, se había mostrado absolutamente acartonado, como parte del decorado. 


2. Pero si por algo se recuerda el programa es por el debut sobre las tablas de un endeble muchacho rubio, con rasgos hermafroditas, que años más tarde se convertiría en un mito patrio. Así es, el 26 de abril de 1977, Miguel Bosé, superado por los nervios, jadeaba "Linda" por encima del playback. En la sombra... su madre, Lucia Bosé, henchida de orgullo y la mirada severa del torero, su padre Luis Miguel Dominguín, probablemente perplejo ante el derroche de sensibilidad de su hijo. Miguel Bosé jamás ha vuelto a desprender tanta ternura, la del hijo que intenta complacer a un padre que desaprueba su naturaleza. La liberación y el éxito dan paso a la soberbia.

Las luces se apagaron para el programa pero no para Florida Park que sigue siendo, desde su origen como pabellón de recreo de Isabel II, una referencia para la farándula más hortera y cirrótica de nuestro país. Actualmente la programación de eventos de la sala es bastante simple: saraos para guiris (con un nombre para mear y no echar gota: "España baila flamenco") y discoteca para chichotes las noches de viernes y sábados. De las sesiones auspiciadas por fiestas tan distinguidas como Coco Loco o Heaven poco que decir: musculocas, caballos a tamaño natural cosidos en Polos, ginchos con crestas higiénicas, rubias con medias mordidas, cyborgs de gimnasio, olor a pota en los cubatas... lo habitual en los bajos de Argüelles hace quince años, pero con menos gracia. Respecto al espectáculo flamenco, con el que rellenan la programación de los días lectivos, sí voy a dar detalles. Recientemente fuimos invitados porque mis acompañantes trabajan en un hotel. Es una especie de atención o coíma que tienen con determinados responsables hosteleros para que lo recomienden. 

Si esa fuese mi intención como empresa organizadora y tuviera un espectáculo tan chusco, lo último que haría sería invitar a cenar empanadillas congeladas y tortilla envasada a quienes tienen que recomendarlo. Me parece un soborno demasiado barato. Ni siquiera nos hinchamos a birras (tercios de Heineken), fuimos moderados cuando no teníamos que serlo (otros que seguramente también estaban invitados le daban al Beefeater). La mesa en la que nos sentaron estaba junto al escenario, con el peligro que conlleva a la hora de ver un show flamenco en el que el sudor que chorrea las greñas de los bailaores podría asperjar el jamón no ibérico del tentempié. El camarero que nos atendió, fue extremadamente educado, como si el tutorial sobre etiqueta del local lo hubiese impartido Cesar Millán (el encantador de perros). Debía tener unos 55 años y probablemente rompía la media de 70 que tiene el personal. Pero lo más impactante es la sala en sí, la decoración, las dos palmeras eléctricas que intentan reproducir el ambiente del Hotel Flamingo de Las Vegas, dos jaulas vacías que dan un aire sadomaso a la perspectiva, mirrorballs del pleistoceno, una tapicería que ya no tienen ni los putis y una enorme lámpara de araña apropiada para presidir el comedor de algún chamizo de la Cañada Real. La asistencia cubría tres cuartas partes del aforo siendo la noche de un miércoles, lo que no está nada mal, y aunque, no se apreciaba mucho entusiasmo, el chou fue recibido con corrección. El silencio lo rompió la poderosa voz de la cantaora, una gitana apayada, con el torax de un bisonte africano, acompañada de un envolvente rasgueo de guitarra. Sobre escena cuatro bailarines con culitos del tamaño de chirimoyas y otras tantas hembras azabaches incendiando las tablas con cada taconeo. No tengo ni idea de flamenco, pero sólo por la entrega de los muchachos, me pareció una faena digna, aunque acabasen berreando "El probe Migué que hace mucho tiempo que no sale". 

Tras el show vuelve de fondo el hilo musical de orquesta de cruceros... es hora de enfilar la puerta y tomarse unas cañas en el primer bar que quede abierto. 
Afuera los negros del parque del Retiro cuidan sus business de media noche mientras una luna nítida, reluciente, parece por momentos descojonarse de nosotros. 

"Adiqui-diqui-diqui...tú lo eres todo, yo no soy ná".







Arnyfront78

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Vuelve la afamada fórmula de alcohoy y literatura como guía chusca del Madrid contemporáneo