C/ de la Ilustración, 18
Metro: Príncipe Pío (líneas 6,10 y R)
Botellín: 1,40€ (Mahou)
Caña: 1,50€ (Cruzcampo)
Tapas:
papas con chorizo, ensalada campera, bolas de patata con queso,
revuelto de garbanzos, empanadillitas, tortilla de patata, canapés de
pisto y queso, patatas ali-oli...
Especialidades: el menú del día, raciones (lacón a la gallega, rabas de calamar, chorizo frito, oreja, ensaladilla rusa, gambas a la plancha, alitas de pollo, sepia a la plancha...), bocatas (tortilla de patata, lomo a la plancha, pepito de ternera, calamares, pechuga de pollo...)
Menu del día por 9€
Si
alguien os preguntase por "La Taberna del Príncipe"... seguramente
responderíais... "ni idea" o "me suena que está por la plaza de la
Villa" o "junto al Palacio de Oriente" o "creo que pilla al lado del showgirl ese que está en una bocalle de Gran Vía"... Incluso si sois yonkis del shopping
y vais a menudo al centro comercial Príncipe Pío es muy probable que no
sepais de ella aunque esté a menos de 100 metros.
Al fin y al cabo los
asiduos de los centros comerciales son más de trampantojos franquiciados
que de bares con poso y reposo. Los bares con identidad imponen su
propia dialéctica; te involucran, quieras o no, en sus microclimas, más o
menos opresivos, mientras permaneces en ellos. Las franquicias no
exigen sacrificios. Están diseñadas para preservar intacto el ego
superlativo de sus clientes que pasan por allí sin dejar más huella que
la de manchurrones dactilares en unos cuantos vasos y platos.
La
Taberna del Príncipe no pasa inadvertida, su fachada trapeizoidal con
un distintivo alicatado demasiado cañí para la zona, da una bienvenida
calurosa al neófito. Desde fuera uno se imagina un tablao hechizado,
inumerables garrafas de vino de mesa, camareras-cigarreras sin monedas
para el cambio ni bragas de repuesto y las espesas duquelas de cantaores
al borde del crimen pasional o del suicidio (o de ambas cosas a la vez)
flotando en el ambiente.
Por desgracia, la realidad es más prosaíca. Se
trata de una tasca con evidente solera que ahora llevan, de forma muy
competente, un sólido clan de mujeres venidas del nuevo mundo. Todas
parecen familia y se involucran sin fisuras como una falange de hormigas
para sacar adelante el arduo día a día de un bar que abre cuando el sol
aún duerme y cierra con la luna por peteneras. Como decía al principio,
no han conseguido dar a conocer el negocio para eso de tomar cañas, raciones, tostas, etc... ni siquiera es
referente en los alrededores de Príncipe Pío.
Creo que no han acabado de
dar con la tecla adecuada en lo que respecta al cañeo (precio elevado
de la cerveza, aperitivo simplemente correcto, carta límitada de
raciones y exenta de especialidades por las que darse a conocer...), y
sin embargo uno se encuentra muy a gusto en sus mesas y banquetas... en
un ambiente mañanero y soleado, con vecinos del barrio que conocen el
percal, oficinistas adictos al cortado, rentistas de malas digestiones y
alcohólicos que no atinan en la máquina de tabaco. Pero, sin duda, el
gallinero se solivianta cuando llega la hora de almorzar. La planta
baja, cueva inesperada y sandunguera, se atiborra de hombres con trajes
no muy caros, monos y chandals conocedores del menú del día por la
pizarra expuesta junto a la entrada. El menú de 9€ y los megabocatas
parece que convencen a una clientela que se repite como el ajo.
Nada
especial... buen precio, buena cantidad y guisotes bien ejecutados...
han aprendido a cocinar la comida de aquí con las mañas de allá. Y,
sobre todo, exhiben un trato correcto, sin prodigalidades ni
displicencias... lidiando con algún que otro yonki (de los de verdad, de
los de vena y plata) morado tirando a verde que, de vez en cuando, se
adentra en el bar, creyendo que es el centro de acogida de San Isidro.
Ni el mismísimo Roger Corman hubiera imaginado un guión más turbulento que el
pesaroso calvario de esos cadáveres que otrora fueron hombres y mujeres y
que ahora arrastran sus osarios del Paseo del Rey a Príncipe Pío en
busca de la salud perdida o, en su defecto, de un litro de rosado en
tetrabrik con el que reivindicar el legítimo derecho a autodestruirse.
Arnyfront78
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martes, 11 de agosto de 2015
miércoles, 15 de julio de 2015
La Ribera del Manzanares
Paseo de la Virgen del Puerto, 5
Metro: Príncipe Pío (líneas 6, 10 y R) o Puerta del Ángel (línea 6)
Caña (no hay botellín): 1,20€ (Amstel)
Tapas: mejillones a la vinagreta, chistorra o salchichas con papas, chorizo, salchichón, jamón para los privilegiados.
Especialidades: chuletón, rabo de toro, salmorejo, entrecot de lomo alto, lacón con cachelos a la gallega, chuletitas de lechal, secreto ibérico, chopitos, sepia, bravas, papas ali-oli, gambas al ajillo, ensalada de escalivada, pimientos de Padrón, tostas (de solomillo ibérico, de foie con cebolla confitada, de pimientos asados con ventresca, de escalivada con anchoas, de queso de cabra con cebolla confitada)...
Menú del día por 9€
Hace un par de años o así, la cafetería Linz cerró sus puertas. El hedor a muerte llegaba hasta el Burger King de la esquina. Viudas de militares, matrimonios in rigor mortis y maras nonagenarias merendaban, diariamente, croissants a la plancha lacerados por los rayos de sol que conseguían atravesar los diques de laca que a duras penas podían sostener pelambreras sulfatadas por décadas de desgaste celular.
Linz era, sin duda, una cafetería de
cuidados paliativos; el punto de encuentro de ancianos o, mejor dicho,
de viejos (basta ya de eufemismos), a los que ya sólo les queda la
glotonería de media-tarde como aliciente frente a la expectativa de una
muerte a cámara lenta. Pero los negocios no entienden de conmiseración.
Décadas de arraigo se difuminan en un simple contrato de traspaso. Y
así, con una firma en la línea de puntos y una transferencia bancaria,
Linz pasó a ser La Ribera de Manzanares. De entrada, los cambios tenían
buena pinta... se respetaba la barra elíptica en favor de la amplitud,
se quitarón telarañas y se modernizó el look
a pesar de ocurrencias algo abstrusas como meter una jodida farola de
la calle o maridar a Janet Leigh con la obra de Juan de Herrera.
Es
obvio que los nuevos responsables son conscientes de la privilegiada
ubicación del local junto al Madrid Río y la sala La Riviera. Esto
permite ciertas licencias a la hora de gestionarlo, ya que la gente
acaba entrando por mucho que traten de ahuyentarla. Pero es difícil
hacer peor las cosas con tanta potencialidad. Desde el principio, la
gestión ha sido un despropósito... atención esclerótica, cocina
ramplona, cañas mal tiradas, aperitivos roñosos, personal
desorientado... todo ello denota pereza, desmotivación, ausencia de
ideas, mezquindad de esfuerzos... por muy bien que les vayan las
cuentas, necesitan la ayuda de Chicote. No sacan ningún partido a un
Mercedes poniéndole el motor de una Rieju.
Al principio, el caos era
evidente. Te ponían el mismo aperitivo (mejillones a la vinagreta) ronda
tras ronda, nadie te atendía, decenas de platos sucios se apilaban en
la zona reservada para los camareros, las moscas sobrevolaban restos
resecos... apenas había clientes y, sin embargo, parecía que se acabase de marchar un autobús petado de heavys manchegos. Ahora, la cosa pinta algo
mejor, aunque tampoco mucho. No conozco a nadie del barrio (ni de puerta
del Ángel ni de Virgen del Puerto) que diga: "vamos a tomar una cañita a
La Ribera que ponen unos aperitivos del copón" o "en La Ribera las
raciones son y están cojonudas".
Vivir a costa de una parroquia reducida
e inconstante, de viandantes confusos y, sobre todo, de rockeros,
hipsters o bakalas que se toman el bocata y la caña en espera de entrar
al concierto (si es que no llevan las mezclas hechas en botella de 2
litros), es tan arriesgado como presuntuoso.
Eso
sí, todos los veranos se preocupan de poner en la terraza a una
camarera voluptuosa que haga olvidar lo que hay sobre la mesa. Este año
hay una morenaza trasatlántica con una popa tridimensional que es un
imán de fontaneros, encofradores y jubilados románticos. Triquiñuelas,
todas ellas, que despistan durante un rato... lo que tarda en
derretirse un helado.
No
sé si les va bien o mal, en cualquier caso les deseo lo mejor...
respeto la ley del mínimo esfuerzo, soy un ferviente practicante, pero
creo que tampoco haría falta mucho esfuerzo para convertir lo que ahora
es una patera en, al menos, una Zodiac.
En su página web se vanaglorian de ofrecer "la cocina y el trato que, los clientes, sin duda merecemos y esperamos". Si es así, merecemos y esperamos bien poco.... mejillones avinagrados.
Arnyfront78
En su página web se vanaglorian de ofrecer "la cocina y el trato que, los clientes, sin duda merecemos y esperamos". Si es así, merecemos y esperamos bien poco.... mejillones avinagrados.
Arnyfront78
lunes, 8 de junio de 2015
A bar with no name (in Valdemaqueda)
Plaza de España s/n (Valdemaqueda)
Botellín: Mahou (1,10€)
Grifo de Mahou
Tapas: papas revolconas...
Botellín: Mahou (1,10€)
Grifo de Mahou
Tapas: papas revolconas...
Sinceramente, comprendo a quienes creen que pasar el día en el campo es un coñazo. Preparar los bártulos, cargar el coche, recorrer decenas de kilómetros (si no algún centenar) para ir a un área recreativa atestada de parrilleros, comer asediado por moscas y hormigas, siestear bajo coníferas que no dejan de bombardear piñas y orugas y, finalmente, pillar un atasco de tres pares para volver a casa exhausto... no parece un plan del todo cabal.
Y aún así, muchos madrileños corremos hacia la
campiña en cuanto Rebeca Haro reseña un minúsculo solete en su mapa de
isobaras, como si fuese a estar en pelotas en el sitio que señala. Tan
necesitados estamos de salir de esta necrópolis, aunque sea durante unas
horas, que obviamos el hecho de que la naturaleza puede ser mucho más
estresantes que el latido hipertónico de la ciudad. Nuestro destino del
viernes 1 de mayo fue Valdemaqueda; en busca de un puente romano (que no
lo es) sobre el río Cofio que parece sacado de una postal alpina.
Definitivamente, el día de los trabajadores ya sólo lo celebran los
empresarios. La M-501, la carretera de los pantanos, se ha convertido en
un cocedero de neumáticos, testículos y paciencias a su paso por Navas
del Rey, gracias a una rotonda construida, claramente, para taponar la
autovía a la altura del pueblo en vez en el pantano. Así, los
conductores que estén encabronados pueden parar a tomar una copichuela
en alguno de los tres putis que hay a pie de asfalto (en 2008 se calculó
que había una prostituta por cada 40 habitantes).
Tras
media hora de atasco, con treinta y pico grados subiendo, agua
calentorra y coches en paralelo zumbando remixes de Yandel, Wisin y
basura por el estilo, logramos llegar al desvío que conduce a Robledo de
Chavela. La marabunta siguió su obcecada procesión hacia el Pantano de
San Juan. El tramo de la M-512 que va de Navas a Robledo es hermoso en
primavera. La humedad tapiza con hierba el monte bajo de pinos, encinas,
jaras y espliego que prolifera en las laderas de la Sierra Oeste. De
Robledo a Valdemaqueda la cosa cambia. El devastador incendio
intencionado que en 2012 asedió a ambas poblaciones, reconfiguró
fatalmente el paisaje... de armoniosa broza y matojo al abrupto panorama
que presentaría el decorado de un western
apocalíptico. Y, a pesar del desastre, el pueblo sigue siendo coqueto y
genuino... con sus villas ruinosas, chalets de fin de semana y viejos
curtidos por el resol, la galerna y algún que otro chato a deshora.
Antes de dirigirnos al idílico puente, paramos a tomar una birra en el
pueblo. No hay mucho donde elegir... la oferta no es limitada, es
excepcional. La plaza de España, que antes sería la del Generalísimo, no
puede ser más desoladora. Un pueblo serrano no merece a un alcalde (sea
del partido político que sea), que encarga construir un ayuntamiento
tan marcial y marciano. Allí echamos ancla, en el bar desde cuya
terraza resulta inevitable divisar el bunker consistorial, rodeado de
montañas semicalcinadas, que sólo invitan a ver "Las colinas tienen
ojos". Supongo que en el pueblo el bar es conocido como el bar de la
plaza, el bar de Paco o Antonio o Juan o, por su nombre auténtico: Bar
Export; pero el caso es que el único nombre que puede leerse es: "Tolcip
toldos canalones 918508545".
Bar
rústico, anacrónico, antierótico. Como cualquier bar de pueblo que
tenemos en mente... con símbolos nacionales para confirmar y reafirmar
que no
estamos en Burundi y un calendario del 2015 regalo de la carnicería que suministra longanizas al negocio. En definitiva, tasca intrascendente si no fuera porque sentarse en la plaza de un pueblo y observar el devenir paralítico de la vida aldeana siempre es gratificante. No hablo de entomología, de observar a los lugareños con condescendiente curiosidad, como si fuesen insectos clavados con alfileres en un album; sino de simple amnesia transitoria, de olvidar, por un rato, que existen internet, el estado islámico, la agencia tributaria y las ocho horas (en el mejor de los casos) de asqueroso trabajo que empiezan el lunes.
estamos en Burundi y un calendario del 2015 regalo de la carnicería que suministra longanizas al negocio. En definitiva, tasca intrascendente si no fuera porque sentarse en la plaza de un pueblo y observar el devenir paralítico de la vida aldeana siempre es gratificante. No hablo de entomología, de observar a los lugareños con condescendiente curiosidad, como si fuesen insectos clavados con alfileres en un album; sino de simple amnesia transitoria, de olvidar, por un rato, que existen internet, el estado islámico, la agencia tributaria y las ocho horas (en el mejor de los casos) de asqueroso trabajo que empiezan el lunes.
Tras la cerveza fría, unas
papas meneadas flojas de pimentón que nos pusieron de aperitivo y la
meada de rigor en la letrina, montamos de nuevo en el coche para
recorrer los tres kilómetros que separan la población del puente Mocha.
La pista de tierra discurre en paralelo al arroyo de las Chorreras. Los
campos verdean aún... las flores, insolentes, tiñen los prados con
brochazos de huevos fritos, los insectos trabajan en maderas podridas,
los toros montan a las vacas y el aire no huele a rebozado y fuel.
Incluso si las dehesas estuvieran abrasadas, serían preferibles a José
Abascal en hora punta o a Montecarmelo a cualquier hora. Sería cuestión
de tiempo que, bajo las ascuas, acabase germinando de nuevo la vida. Del
deteriorado asfalto de la capital sólo podría emerger el pene necrosado de Villar Mir en forma de rascacielos.
Estoy hasta la polla de Madrid, mi querida ciudad. Algún día la dejaré o me dejará ella a mí.
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Estoy hasta la polla de Madrid, mi querida ciudad. Algún día la dejaré o me dejará ella a mí.
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