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viernes, 30 de agosto de 2013

La Gran Pulpería

Plaza de España, 1 (Pozuelo de Alarcón)
Especialidades: Pulpo, empanadas (lomo, bonito, bacalao con pasas o berberechos), mejillones (al vapor o en salsa), vieiras, berberechos, zamburiñas, croquetas (lacón, bacalao o centollo), bacalao a la gallega, lomo de aldea, chuletón de buey gallego, raxo do burgo, pimientos del padrón...




Si una noche incandescente de agosto te invitan a pulpo, zamburiñas, mejillones... todo bien regado  con cerveza, de postre una tarta de chocolate con helado y encima quien apoquina sale entusiasmado por haber pagado 60€, no seré yo quien ponga un sólo "pero".
 
El pulpo que hacen en "La gran pulpería" es bueno. Aunque parezca una obviedad, no lo es tanto. España está llena de pulperías en las que lo mejor que tienen es el salchichón. He comido desde chicles con sabor a sepia hasta patitas duras como pedernales. El de aquí estaba en su punto. Eso sí, escasito, no más de 12 trocitos muy bien distribuidos por el plato. Cubriendo lo máximo posible los espacios níveos del fondo; como hacían las madres de posguerra con los veinte garbanzos que había en cada plato... una estrategia psicológica para paliar el hambre o, como en este caso, una argucia para escatimar en pulpo. Lo pedimos braseado... sabía a ascuas. Y venía cimentado por puré de patata y pimentón ahumado de la Vera. Una grata sorpresa para el paladar. 
 
Luego llegaron las zamburiñas, esos bibalvos tan carnosos y henchidos que no pueden dejar de evocarme (mente enferma la mía) a enormes y majestuosos clitoris al borde de un orgasmo sublime e irreal. Ocho zamburiñas que supieron a poco y que precedieron a un orinal lleno de mejillones al vapor tan tiernos como chiquitos. Cuando los finiquitamos me dediqué a absorber el caldo con las conchas. Los de al lado me miraban con la misma condescendencia despectiva con la que se mira a dos muertos de hambre pringando pan en un huevo frito. ¡Ahí iba a dejar ese jugo tan rico!
 
Y es que este restaurante situado junto a una franja ajardinada de la avenida Juan Pablo II de Pozuelo de Alarcón tiene ese abolengo entre bucólico y clasista de los mejores merenderos de Alabama en los que de pitanza podrías esperar desde pollo frito con guisantes, pan de maiz y zarzaparrilla hasta asado de negro al estilo cajún. Los camareros son profesionales de manual... con voz engolada y afectación en las formas, sabedores de que no pueden mantener el puesto de trabajo si, simplemente, relajan los hombros y miran a los clientes a los ojos. Pero nos trataron bien, haciéndonos recomendaciones de las que no hicimos ni puto caso pero que son de agradecer. De aperitivo, mientras leíamos la carta, asesinaron un chorizo (literalmente) que picaba lo suficiente como para pedir unas cuantas jarras de cerveza más. 
 
Y así pasamos un par de horas, hablando de esto y de aquello,  rodeados de señores y señoras estupendos, ataviados con ropa de sport clásica, sin alardes ni ostentaciones, con incluso algún que otro detalle (unas chanclas, un bolso viejo, un movil arcaico) que denote el apego a las cosas, la incondicional adhesión a una forma de vida basada en el orden, el sacrificio, la austeridad (a ratos) y la tradición. Eso sí, algún que otro Patek Philippe pagado por la empresa en la muñeca del patriarca y muchos flequillos de yorkshires en chavales, un poco apollardados, que no saben si hacer caso a papá y estudiar en verano para recuperar las asignaturas de empresariales que han suspendido o, como Tom Cruise en Risky Business, aprovechar que la family está fuera en agosto para hacer del acogedor hogar una casa de putas, juego y drogas. 
 
En resumen, un gallego con buenos productos y precios aceptables en el corazón de un enorme gueto de avenidas perfectas y urbanizaciones aisladas. Casas blindadas para proteger plasmas, cuberterías, un Miró de vez en cuando y perros enanos de mierda que aveces trabajan a destajo sobre superficies vellosas. Pero es que la alternativa sería convivir con la chusma, ¿no?....

Arnyfront78

miércoles, 21 de agosto de 2013

La Soberbia

C/ Espoz y Mina, 1
Metro: Sol (líneas 1,2 y 3)
Caña (no hay botellín): 1,10. Tienen jarrotes de sangría. 
Tapa: morcilla ibérica, chorizo, jamón serrano (no ibérico), chistorra, paella...
Especialidades: tostas calientes, papas meneadas, salmorejo, tortilla, almóndigas...  


Que la soberbia es uno de los siete pecados capitales se encargan de remarcarlo las camisetas que los camareros de esta moderna taberna avejentada tienen que llevar con sonrisa ensayada. Debe ser frustrante tener que sonreír así a la gente (como si tuvieras una ojiva nuclear en el esfínter), cuando a veces querrías cagarte (literalmente) encima de algún que otro cliente borde. 

Creo que lo que la mayoría pedimos del servicio de un bar es eficacia y sutil amabilidad, no servilismo histriónico. En La Soberbia los chavales que curran allí (que suelen ser bien majetes) tienen que saludar uno a uno (estén en la barra o en el váter) al entrar o salir el cliente. No creo que la amabilidad deba imponerse. Como dice el refrán: "cortesía de palabra... o conquista o empalaga". 

Hay quien dice, por la red, que es un local para guiris... ¡vaya perogrullada!, ¡como si los responsables de un bar que está a 50 metros de la Puerta del Sol no fuesen a hacer todo lo posible para que los extranjeros entren a dejarse la panoja cuando son quienes gastan más y no distinguen entre una paella y el "Tonus Complet de Purina"! La calle Espoz y Mina y sus aledaños están llenos de bares para guiris. Y me parece bien que sableen a esos putos anglosajones que vienen a hacer balconing, a romper retrovisores y a ostentar de dinero en un país donde, día a día, se incrementa el número de usuarios de comedores sociales. 

Pero La Soberbia, en particular, tiene un espectro más amplio que el resto de xenódromos de la zona y acoge, indistintamente, a forasteros que quieren cenar a las 4 de la tarde y a payos en busca de agua de fuego. Es buen sitio para tomarse unas cañas (cuando no hay mucha gente), a pesar de su paella radiactiva, de una sangría que parece Tang y de todos los tópicos que irritan a quienes van de puretas en eso de cañear pero serían incapaces de entrar en más de un bar de mi barrio. La caña está barata (1,10€) y de aperitivo suelen poner pan tostado con aceite y algún curado (morcilla, chorizo, jamón...) de inusual calidad para una cerveza que está a ese precio. La decoración es confusa, recargada, con elementos inconexos y colores ácidos, mezclando el costumbrismo postizo de "Amar en tiempos revueltos" con el sci-fi cutre de los Marco Aldany. 

Pero más inquietante es, sin duda, la zona del retrete. Hay un pasillo rojo, ensangrentado, que recuerda esa trágica e insoportable escena de Irreversible (la película de Gaspar Noe) en la que la hermosa efigie de Mónica Belucci es reventada por el cruel azar en forma de violador sin escrúpulos. Atravesar o no un pasadizo de madrugada puede cambiar una vida. Terrible secuencia. 
No sé si es por la torpe elección musical, por el incesante run-run de los camareros diciendo "¡HOLA! y ¡ADIOS!",  por el tamaño de las cervezas (mininas) o porque intuyo que un festín incontrolado de cañas y raciones me va a decepcionar, pero suelo enfilar la puerta tras la segunda ronda con el convencimiento de que hay sitios en los que, por mucho que se esfuercen, tendrían que obsequiarme con una orgía de colombianas sin depilar para ganarse mi corazón. 

Sin identidad no hay alma. Quizá sólo es cuestión de tiempo. Mientras tanto... La Soberbia sigue en busca de su pecado (aunque sea venial).

Arnyfront78

miércoles, 14 de agosto de 2013

Cervecería Sierra

C/ Galileo 41
Metro: San Bernardo (líneas 2 y 4)
No hay botellín ni caña, sólo dobles de Amstel a 2,40€
Tapas: Patatas bravas con mahonesa, croquetas y empanadillas congeladas, alitas, mini-bugers, sandwiches, tortilla, canapés de embutido...
Especialidades: ninguna
Tiene terraza con los coches pegados. Si te aburres puede acariciar la matrícula mientras te tomas la cerveza.



Ser universitario de provincias en Madrid  era jodido en mi época: piso franco compartido con dos o tres energúmenos, dilatar la carrera lo máximo posible, pedir a papá que metiera más pasta en la cuenta porque la ciudad era muy cara, bragas olvidadas en las lámparas, pelusas que parecían los espinos que cruzaban los desiertos en los western, botellones caseros que acababan en incendio, prostitutas que se quedaban a cenar pizza...  el cotarro no ha debido  cambiar mucho, pero  supongo que con la crisis habrá aumentado la presión paternal sobre la laxitud académica y mermado el presupuesto de los pichulines para priba, telefonía móvil, fotocopias ilegales, porros y salchichas del Dia. 

Aun así es habitual toparse con auténticos batallones universitarios tomando cañas por la zona de Argüelles y Metropolitano, allí donde el aperitivo sea más aberrante. Me resisto a creer que, de los 18 a los 30 años con los que algunos acaban la carrera, se carezca de paladar, pero la evidencia es palmaria. Los bares con las tapas más grasientas, monstruosas, sucias y deformes triunfan entre este segmento de población que sólo piensa en comer y follar a lo grande por dos duros. Bares como la Cervecería Sierra, que despliega toda la gama de típicos aperitivos de freidora propios de tugurios que ofrecen ingentes cantidades de comida barata para justificar el incremento de la cerveza, es un ejemplo de como puede degenerar en zafio este bello deporte de alternar. La finalidad es, sin duda, aumentar el margen de beneficios (muy loable dado que no es una ONG), a costa de las malas digestiones ajenas. 

Ni siquiera hay opción de pedirse una caña y que te pongan unas olivas; por huevos te tienes que pedir una doble que ni siquiera llega al volumen de una lata, que cuesta 2,40€ y presenciar ese despliegue de fritos, masas, salsas y rebozados de saldo tan recurrentes cuando no se quiere cuidar a la clientela. La fórmula: "os pongo una caña más cara y así coméis como cerdos" nunca me ha convencido. Me parece tramposa y grosera. Siempre estaré con los bares que hacen de la carencia virtud y se esfuerzan por elaborar aperitivos sencillos y económicos con un toque de cariño y salero.  El único salero que tienen en la Cervecería Sierra está junto a la pimienta. 
 
A pesar de la rapidez y diligencia para poner cañas sirven a los parroquianos con un empaque severo, por momentos despectivo. Es verdad que tener el garito infectado de chavales puede llegar a embotar. Pues si es así, cambia la política del bar o dedícate a trabajos misántropos como ensobrar cartas desde casa o vender droga, pero no muerdas las manos que te dan de comer aunque los cerebros que controlan esas manos acepten cierto grado de menosprecio con tal de zamparse unas mini-burgers. A según que edades la dignidad se está echando la siesta.

Arnyfront78

jueves, 8 de agosto de 2013

La Candela restó

C/ Amnistía, 10
Metro: Ópera (líneas 2, 5 y R)
No hay carta. Menú degustación.

http://www.lacandelaresto.com/ 




Os informamos. La Candela Restó, el restaurante liderado por el chef Samy Ali, que tan buena acogida ha tenido en su primer año de vida, ha dejado ese retiro cisterciense en las estribaciones de la Sierra oeste de Madrid (Valdemorillo), para aposentarse en la ciudad, en el núcleo turístico del Madrid más canibal, allí donde los bares y restaurantes cierran el mismo día de su inauguración. 

La intención parece clara: dar la campanada, avanzar como panzers en el mágico mundo de la cocina de colores y afianzarse con firmeza en el selecto club de restaurantes con tirón. Supongo que la nueva Candela ha renacido con la misma o más ilusión que hace dos años y, visto lo visto, con la lógica ambición que conlleva cualquier empresa que se precie. Con el traslado, ha cambiado el escenario, se ha diversificado el menú, se ha estilizado, aun más si cabe, el repertorio de manjares que sale de cocina y, logicamente, han subido los precios.
Hace ya unos meses, el propietario de un bar-restaurante me recriminó por correo privado la dureza (yo diría sentido del humor) con la que traté su negocio en uno de los post. 

Y a pesar de ser consciente del tono hirónico, gamberro y destroyer de mis palabras, alegó el grave perjuicio que podrían causar a su negocio."Yo no soy un creador de opinión, sólo soy un bebedor encabronado" , le contesté... "ni siquiera he sido capaz de convencer a mi pareja de que escuchar a Extremoduro se pasa con la edad".  Pero soy consciente de que vitorear a La Candela, claro exponente de esa modernidad que este blog tanto castiga, genera un agravio comparativo con respecto a muchos otros negocios a los que hemos reprobado por el mismo motivo. No es tanto una cuestión de coherencia (siempre me ha gustado ser contradictorio), como de falta de honestidad, por mucho que remarcase vínculos amistosos. 

Nunca o casi nunca he analizado lo que como o bebo, al fin y al cabo creo que no tiene tanta importancia. Soy un mero voyeur que mientras mastica estudia quién se urga en la nariz, de qué color son las paredes o por qué hay música sufi en una coctelería hawaina. La comida de La Candela, indudablemente, es buena, cromática y original (que al final es lo que importa). Hasta qué punto... no lo sé...su autopsia se la dejo a los miles de forenses culinarios que hay en este país. Samy es un creador. Nada de lo que hacen él y su equipo es fácil. Pero creo que abusa de convenciones vanguardistas. Su rica comida no necesita avenirse a clichés minimalistas que no hacen si no levantar muros entre el autor (el cocinero), el trabajo (la comida) y el receptor (el cliente). 

La sinceridad requiere transparencia. La transparencia hace que se te vean las entrañas.  Visto el nuevo local y su aséptica puesta en escena, creo que algo se ha perdido en la mudanza a la gran ciudad; puede que sea esa acogedora calidez que transmitían los muros de granito de un pueblo apartado. Tengo un problema con los sitios tan blancos, me imagino quirófanos en los que no quiero ser operado o váteres en los que sí quiero evacuar. Al margen de mis manías, la cosa va sobre ruedas... esta semana La Candela Resto ocupa el cuarto puesto de 7132 restaurantes de Madrid incluidos en Tripadvisor. Toda una hazaña en tan poco tiempo. ¡Pero ojo!... en 1993 Viceversa copó durante semana las listas de ventas con "Tu piel morena" y el otro día creí ver al cantante vendiendo mecheros en las escaleras del metro de Oporto. 
A lo largo de los 21 años que llevo corriendo, he conseguido acabar los 100 kilómetros seis veces, tras haberlo intentado otras tantas. Si algo he aprendido de ese solitario e inútil esfuerzo, que no es sino una certera metáfora de la vida, es que el objetivo siempre está más lejos de lo que parece, sobre todo si tienes prisa en alcanzarlo. No se puede esprintar en el kilómetro 10. Quedan otros 90 por recorrer. 

Por más que la industria culinaria esté de moda y que los cocineros se hayan convertido en estrellas de la pasarela, su legado no es ni será equiparable al de un poeta, pintor, compositor, cineasta o escultor. Tender a comparar el trabajo creativo-artesanal de los grandes maestros de los fogones con las poderosas palabras de Conrad, la profundidad de campo de Pissarro, los poemas sinfónicos de Musorgski o el idealismo humanista de Ford, sólo demuestra lo osada que es la vanidad. El trabajo bien hecho puede ser anónimo, como el de los científicos, como el de las millones de madres y remadres que ahora mismo remueven su corazón en una olla. No son malos ejemplos para trazar un camino.
Con calma chicos, con calma... la ciudad es una máquina de destruir sueños.

Arnyfront78


 Texto Antiguo:


Travesía San Juan, 2 (Valdemorillo)
Tapicheando: Papas revolconas con pulpo, hamuraki de oreja con tomate, tomate relleno de mil historias, Sta William y Mari-presa ahumada, capuccino de pollo en pepitoria, katsudon, tataki de bonito...
Menú degustación que va cambiando cada poco tiempo por 29€
Teléfono: 918990221
https://es-es.facebook.com/pages/La-Candela/158265017669894
De jueves a domingo de 13:30 a 16:00 y de 20:30 a 23:30



Nadie en este mundo es objetivo y quien afirme serlo lo es aún menos. Lo que sí se puede ser es honesto. Y siendo honesto he de confesar que la rallada de hoy va sobre el restaurante de un colega. ¿Cómo se puede ser objetivo con un amigo si cuida tan bien tu estómago?...


En el centro de Valdemorillo, ese pueblo regado por un embalse (Valmayor) que a veces parece mar y otras páramo... divisando la cruz (Abantos) que ensombrece al Escorial con su manto de pinos y jaras, arenisca y canchales... y rodeado de mozos de pueblo tan contentos de rular de aquí pallá con la bici, como asqueados por los pocos estímulos que un pueblo serrano puede ofrecer a adolescentes en edad de percutir (èsta va por el gran Chis)... está La Candela, un bebé recién parido en las faldas de la Sierra del Guadarrama. 

Con más ilusión que dinero ha nacido esta aventura capitaneada por el chef Samy Ali y por la jefe de sala Sión, que a base del boca-oreja va avanzando, poco a poco, en un entorno tan aislado como privilegiado. Para hacer cocina de calidad, de verdaderos quilates, alejado de Madrid o de un lugar turístico, sin tener alguna que otra estrella Michelín (perversa biblia de nuestros días), hay que ser temerario, visionario o loco. Creo que el equipo de La Candela reúne estas tres cualidades tan denostadas en el día a día pero tan necesarias para emprender cualquier empresa que se precie. 

Si habéis leído algún que otro texto anterior mío sabréis que no soy un entusiasta de la cocina moderna. Quizá porque no la he probado lo suficiente, quizá porque creo que, en un mundo en el que hay gente que no come o tiene que andar treinta kilómetros para encontrar agua potable, resulta obsceno jugar frivolamente con alimentos que para la mayor parte del mundo son bienes de primera necesidad y para unos pocos, artículos de lujo. 

No considero que la cocina de La Candela se enmarque en los parámetros de cocina moderna etérea, vacía y evanescente; más bien se ciñe a una cocina de calidad que ha tenido que reinventarse en plena crisis. La época de menús degustación por encima de 50€ tiene los días contados. Es hora de apostar por productos frescos y de temporada, sin tener por ello que renunciar a la elaboración ni a la tradición, al placer de comer algo rico. La verdad es que no sé muy bien que comí, pero todo estaba de puta madre: desde la carne, el atún, los tomates rellenos y las papas revolconas, hasta un postre que podría haber pintado Matisse algo cocido. 

Observando la cara de satisfacción de la gente que había cenado en otras mesas, tanto por la comida como por la atención prestada, parece fácil dar con la fórmula del éxito, pero no es así. A La Candela le queda un camino lleno de obstáculos en forma de deudas, impuestos, licencias, dificultades a la hora de darse a conocer, jornadas laborales extenuantes y toda clase de imprevistos que pueden dar al traste con meses, años e incluso décadas de dedicación y entrega. 


Pero creo que todo va a ir bien. Y aunque parezca que en el panorama actual sólo hay sitio para depredadores y carroñeros, aun somos muchos los que valoramos el capital humano y el cariño de unas manos artesanas que quieren que la peña coma, beba y ría. 
¡Aúpa chavales!

Arnyfront78

jueves, 1 de agosto de 2013

Gambrinitus y La Zureña: dos taiwaneses chulapos

Gambrinitus:
Juan de Olías, 28
Metro: Estrecho (línea 1)
Copa de cerveza: 2,20€(Cruzcampo). Cubo con cinco botellines: 3€ (Cruzcampo)
Tapas: ensaladilla rusa, canapeses, ensalada campera... al pedir la copa de cerveza (informacion extraida del blog "Madrid desde la barra")
Raciones: con el cubo de botellines tienes una ración a elegir por 1€ más (bravas, ensaladilla rusa, chopitos, pescaito frito...)



La Zureña:
Juán de Olías, 39
Metro: Estrecho (línea 1)
Botellín y caña: 1€ (Mahou). Cubo con cinco botellines: 3€ (Mahou)
Tapas: Nada
Especialidades: raciones por 6€ (tortilla de patata, morcilla, alitas, cazón en adobo, pulpo a la gallega, gambas...) y megatostas por 6€ (gambas con gulas, huevos rotos con ibérico, atún con pimientos....)




No suelo recomendar ni dejar de recomendar ir a los bares de los que hablo, aunque parezca lo contrario ( by yourself...); pero sí os voy a sugerir que os paséis por la retrospectiva que la Fundación Mapfre ha organizado con parte de la obra de Emmet Gowin (hasta el 1 de septiembre). A partir de la histórica exposición dedicada a Walker Evans en enero de 2009, la sala Azca se ha volcado en los trabajos de algunos de los grandes fotógrafos de la historia (Evans, Imogen Cunnigham, Álvarez Bravo, John Gutmann, Eugéne Atget, Lewis Hine...) que, naturalmente, han pasado desapercibidos entre la excesiva (por diarreica) oferta cultural de la capital. No obstante, es de agradecer poder ver fotografías tan buenas con el respetuoso silencio que merecen. Los hatos que visitan las expos temporales del Prado, Reina Sofía, Caixaforum y algunas de las sedes de PhotoEspaña no han llegado aún a Azca. Se pierden en el camino entre happenings, coloquios y performances... admirando mierdas que se alejan del verdadero sentido del arte: la reflexión. La cuota cultureta deviene en un acontecimiento semanal obligatorio para parte de la ajetreada, deshonesta y moribunda vida social madrileña.

Desde luego que Emmet Gowin habría pasado completamente de tanto pedorro impostado. Su obra, no es sino un nítido tratado de geografía física y humana. Los campos de riego del medio oeste americano, la tierra erosionada a causa de pruebas nucleares y las ciudades asoladas por el peso de la historia son fotografiados con la misma naturalidad lírica que las curvas y arrugas imperfectamente bellas de su mujer: Edith. 
Dicho esto... vamos a lo que vamos:
Como no podía ser de otra forma, al salir de la exposición había que tomarse unas cervezas. Dado que beberse un litro en las inmediaciones de General Perón es como hacer un pícnic en un centro de reciclaje, decidimos atracar en algún bar de la zona. Entonces recordé que los fenómenos de Madrid desde la Barra (exploradores de primera a la hora de encontrar bares peculiares) mencionaban que en la calle Juan de Olías hay dos garitos (uno enfrente del otro) que han utilizado el nombre de dos famosas franquicias cerveceras para hacer un chiste digno de Paco Gandía. Al primero que fuimos es el Gambrinitus. 

Huelga decir de qué cadena han tuneado el nombre. Ya sabéis... de esa misma que sirve la peor cerveza que se hace en el territorio nacional (Cruzcampo) y que tienen la jeta de confundir a la gente con una placa que dice que se fundó en 1997 (como si hubiera sido hace tres siglos). En el Gambrinitus también ponen botijos de Cruzcampo (qué se le va a hacer), pero al menos no intentan recrear, de forma artificial, el ambiente de las cervecerías de antaño. Se trata de un bareto normal, limpio, alarmantemente nuevo o acicalado al que probablemente no habríamos entrado si no es por la oferta de 5x3 que publicitan. Además, uno de los camareros está en la puerta para recordarte que puedes entrar. Pedimos el citado cubo de botellines y una ración de pescaíto frito (también podías elegir bravas, chopitos, etc...) por un euro más. Ni qué decir que las he comido mejores, pero por 4€ todo, lo único que podía esperar es no pasar la noche en urgencias.


Según bajaba el alcohol descubrimos elementos inauditos como una silla negra al lado de un foco que podría ser utilizada para realizar interrogatorios y un panel de luces cambiantes que supusimos que estaba coordinado con el microhondas en donde nos recalentaban el pescado. Al final, acabamos haciendo guerras de cabezas de pescadillas.


No tuvimos más que pagar, salir y cruzar la calle para encontrarnos ante una fachada indescriptible... mezcla de restaurante Tex-Mex de la A-2 y taberna marinera de quinta línea de playa. La Zureña (con Z) tiene un recibimiento con barriles marcados por símbolos nazis (supongo que no habrán sido los dueños) en el que se podría haber rodado una secuencia de "Cometieron dos errores". El interior, dominado por un intenso azul pastel iluminado de foma cegadora, puede llegar a desorientar si vienes de una noche cerrada. Una enorme pizarra informa claramente de los precios de bebidas, raciones y tostazos (una especie de brazos de gitano salados a los que le echan huevos rotos por encima). 

Nosotros pedimos otro cubo de cinco botellines también a 3€ (se ve que una competencia tan cercana no deja subir los precios a ninguno de los dos hasta que se pongan de acuerdo), sólo que aquí no hay oferta de raciones por un euro más (están a 6€ y las bravas a 3€). Destacar que las copas (de nacional) están a 3€ y que, de vez en cuando, hacen "zorteazos" de tarjetas regalo del H&M (¡asombroso!).  

 
De los camareros (negocio familiar), destacar el polo malva del que nos atendió. En lugar de tener bordado un cocodrilo, un jugador de Polo a caballo o una corona de laurel, tenía una especie de sirena de enormes dimensiones que, perfectamente, podría pasar por el uniforme de un club de alterne.

 Unas escaleras elevadas nos condujeron dos pisos más arriba a la terraza, un rincón único, merecedor de ser conocido. Allí la gente del barrio apura las densas noches de verano rodeados de antenas de televisión, salidas de humo y amianto. La mayoría, probablemente de vacaciones, no se mueven hasta que apagan las luces bien entrada la madrugada. 
La última gota en el gaznate marca la hora de bajar la escalera como vedettes borrachas y pagar (porque es de ley en sitios así) un cubo del que sólo se acordaba el subconsciente...
Gambrinitus y La Zureña... o el top-manta de las cervecerías madrileñas.

Arnyfront78 


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Madrid, Madrid
Vuelve la afamada fórmula de alcohoy y literatura como guía chusca del Madrid contemporáneo