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viernes, 15 de marzo de 2013

Entre Cáceres y Badajoz

C/ Don Ramón de la Cruz, 109
Metro: Manuel Becerra (líneas 2 y 6)
Caña (no hay botellín): 1,80€ (Mahou)(27 cl aprox)
Tapas: buena cantidad y calidad. Pescaíto frito, papas con chistorra, fideuá, paella... las raciones son fuentes.
Especialidades: tuti-frutti entre cocina andaluza en particular y española en general. No localicé ni un plato extremeño.




Entre Cáceres y Badajoz discurre una linde imaginaria que desde el primer tercio del siglo XIX viene dividiendo adminstrativamente una región, Extremadura, demasiado homogenea para establecer fronteras. Desde la Portugal del Parque Natural da Serra de Sao Mamede hasta el embalse de Cijara, los hombres, animales y carreteras traspasan un zigzag establecido en mapas que la tierra ignora. Sus casi cuatrocientos kilómetros serpentean dehesas despobladas amablemente transitadas por gochos y venados, musarañas y faisanes, turistas y paisanos...

 Pues bien, en Madrid, "Entre Cáceres y Badajoz" es un bar. ¿Un bar cualquiera?... sí y no. Sí, porque a pesar de una decoración protorrociera, de innovaciones culinarias (incluso temerarias) como la ensalada de lacón con pimentón y frutas, y de una cuadrilla de camareros garçones vestidos a la antigua usanza con chaquetilla blanca de sarga, no deja de ser una taberno-franquicia (como "La bahía de Extremadura" en la calle Azcona 68, que va del mismo palo) con barriles reinventados en posacañas, de esos que desde hace una década pululan por todo Madrid y, en especial, en el distrito más rancio de la meseta, el distrito de Salamanca. Y no, porque ver todas las tarde-noches a decenas de oficinistas con aires de indianos por el mero hecho de trabajar en Ortega y Gasset (aunque vivan en Orcasur), perdiendo los papeles con la segunda caña, no tiene precio.

El tinglado en cuestión está en Mártires Concepcionistas (aunque la entrada esté en Don Ramón de la Cruz), una de esas calles que aún vive en el tardofranquismo. Y junto al Rincón de Jaen 1,2,3 o 4 (nunca sé cuál es), que está situado a escasos 100 metros (esquina Montesa con Don Ramón de la Cruz), se reparten una clientela inconstante y aburrida que habla de product placements, warrants y de las ubres que gasta la nueva de recursos humanos; cagatintas con miopía que a media mañana redesayunan molletes con aceite cordobés, de ese que abrasa la garganta con su recia acidez.
El caso es que se dejen los 1,80 leuros que vale la caña (27 cl aprox) al compás de "El rey de la carretera" de Ecos del Rocio, vuelvan otra vez o no. No parece que necesiten fidelizar clientela. Es más, aveces hay más camareros que libadores. Aunque conviene reseñar que no he visto a los mismos camareros/as en el intervalo de días. Debe ser que los contratan por minutos.

Las tapas... pues según el guiso de cocina, la hora o como se le ponga a los camareros, pero en general suelen ser abundantes. En la última visita nos plantaron un genocidio de chanquetes (creía que estaban prohibidos) del que sólo quedó una treintena de mini-ojos. Raciones no he pedido, no es mi proposito en esta encrucijada tabernaria, pero parecen aceptables en base a la ecuación precio/cantidad/barriada.

En fin, no es mal sitio para tomarse un par de cañas, pero ojo, porque un festín incontrolado de rondas puede subir la cuenta a tres digitos y forzar el simpa.
Cazón en adobo, picos de Jeré, farolillos de feria, cubos de La Guita, camareros rumano/cholos...
¡¡¡¡Qué cojones tiene que ver todo esto con Extremadura!!!!

Arnyfront78 

1 comentario:

  1. Los huevos rotos , los mejores que he comido, el pescado, con la cerveza buenísimo y el helado de bizcocho exquisito ,la calidad para olvidarse de las dietas, sitio para volver

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