C/ de los Reyes, 6
Metro: Noviciado (línea 2) o Plaza de España (líneas 3 y 10)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Mahou)
Tapas: canapé de tortilla, de salmón, de paté casero...
Especialidades: tortilla de patata y verduras, carne asada a la pimienta, tigres, albóndigas, croquetas de jamón, boquerones en vinagre, ternera con queso y jamón, queso curado con guindillas, flamenquines, ensaladilla de cangrejo...
Metro: Noviciado (línea 2) o Plaza de España (líneas 3 y 10)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Mahou)
Tapas: canapé de tortilla, de salmón, de paté casero...
Especialidades: tortilla de patata y verduras, carne asada a la pimienta, tigres, albóndigas, croquetas de jamón, boquerones en vinagre, ternera con queso y jamón, queso curado con guindillas, flamenquines, ensaladilla de cangrejo...
De vez en cuando se agradece encontrar un bar con barra afónica, mesas ocupadas por personas que hablan en braille y camareros que no te atienden como si estuvieran pastoreando ovejas. La Taberna Mozárabe es un sitio así, agraciado con el inusual atributo del sosiego. A medio camino entre cervecería monacal y pub abasí, nada tiene que ver con la profusión de nuevos "espacios" (como gustan de llamar a bares que no lo parecen) afectados por la insoportable levedad del pedorrismo.
Su climax confidencial e incluso aburrido para los que
buscan farra, no es fruto de frígidas imposturas new age, ni de
ingrávidas pretensiones emprededoras, sino del temperamento abúlico de
su propietario, el ínclito libanés, que ha entendido a la perfección que
un pueblo tan pendenciero como el madrileño necesita tregua de vez en
cuando. Para esos momentos en los que uno quiere saborear una birra bien
tirada, alejado por unos instantes del desenfreno que impone esta
ciudad, está esta lúdica mazmorra que se podría confundir con un puti
regentado por la archidiócesis de Madrid.
La atención es exquisita,
tanto que incluso desconcierta por su excepcionalidad. Aquí, en la
meseta, estamos habituados a dos tipos de camareros: el desagradable a
secas y el graciosete cansino en permanente actitud de ligón sarnoso. El
camarero avezado, discreto y amable es una rara avis de otras
latitudes. Otra cosa es que, a pesar de la autenticidad de la propuesta,
sea frecuentada por todo tipo de público... recuas inglesas sedientas,
tipos solitarios que maridan sus lecturas con Beefeater e incluso parte
del postureo más florido de Malasaña en busca de nuevos bares que
corromper.
Es probable que el hilo musical que suena de fondo, a base de adagios y allegros, favorezca el tránsito intestinal de los
modernos.
La
caña no es un regalo (1,50€) teniendo en cuenta su tamaño, pero se ve
compensada con aperitivos en condiciones... canapés de tortilla, paté o
salmón muy bien elaborados. La tortilla suele constar en distintas
listas redactadas por las/os más tortilleras/os como una de las mejores
de la ciudad. El paté garantiza sobremesas volcánicas y las albóndigas
son un no parar de mojar pan en su salsa bruñida con especies. Carne
asada a la pimienta, tigres que no rugen, croquetas entradas en
carnes... raciones todas ellas bendecidas por manos diestras.
En definitiva, tenebre cenáculo
en el que se puede comer, trabajar con el ipad, dormitar mecido por
"Pedro y el lobo" de Prokofiev, escuchar verdades aburridas, susurrar
mentiras excitantes e incluso beberse todas las botellas que
elegantemente adornan los entrepaños tras la barra y balbucear a tientas
el réquiem melancólico que exhala un "león en invierno": "hubiera
podido conquistar Europa entera, pero ha habido demasiadas mujeres en mi
vida".
Arnyfront78
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