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lunes, 22 de diciembre de 2014

Taberna Mozárabe

C/ de los Reyes, 6
Metro: Noviciado (línea 2) o Plaza de España (líneas 3 y 10)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Mahou)
Tapas: canapé de tortilla, de salmón, de paté casero...
Especialidades: tortilla de patata y verduras, carne asada a la pimienta, tigres, albóndigas, croquetas de jamón, boquerones en vinagre, ternera con queso y jamón, queso curado con guindillas, flamenquines, ensaladilla de cangrejo...



De vez en cuando se agradece encontrar un bar con barra afónica, mesas ocupadas por personas que hablan en braille y camareros que no te atienden como si estuvieran pastoreando ovejas. La Taberna Mozárabe es un sitio así, agraciado con el inusual atributo del sosiego. A medio camino entre cervecería monacal y pub abasí, nada tiene que ver con la profusión de nuevos "espacios" (como gustan de llamar a bares que no lo parecen) afectados por la insoportable levedad del pedorrismo. 


Su climax confidencial e incluso aburrido para los que buscan farra, no es fruto de frígidas imposturas new age, ni de ingrávidas pretensiones emprededoras, sino del temperamento abúlico de su propietario, el ínclito libanés, que ha entendido a la perfección que un pueblo tan pendenciero como el madrileño necesita tregua de vez en cuando. Para esos momentos en los que uno quiere saborear una birra bien tirada, alejado por unos instantes del desenfreno que impone esta ciudad, está esta lúdica mazmorra que se podría confundir con un puti regentado por la archidiócesis de Madrid. 

La atención es exquisita, tanto que incluso desconcierta por su excepcionalidad. Aquí, en la meseta, estamos habituados a dos tipos de camareros: el desagradable a secas y el graciosete cansino en permanente actitud de ligón sarnoso. El camarero avezado, discreto y amable es una rara avis de otras latitudes. Otra cosa es que, a pesar de la autenticidad de la propuesta, sea frecuentada por todo tipo de público... recuas inglesas sedientas, tipos solitarios que maridan sus lecturas con Beefeater e incluso parte del postureo más florido de Malasaña en busca de nuevos bares que corromper.   

Es probable que el hilo musical que suena de fondo, a base de adagios y allegros, favorezca el tránsito intestinal de los modernos.
La caña no es un regalo (1,50€) teniendo en cuenta su tamaño, pero se ve compensada con aperitivos en condiciones... canapés de tortilla, paté o salmón muy bien elaborados. La tortilla suele constar en distintas listas redactadas por las/os más tortilleras/os como una de las mejores de la ciudad. El paté garantiza sobremesas volcánicas y las albóndigas son un no parar de mojar pan en su salsa bruñida con especies. Carne asada a la pimienta, tigres que no rugen, croquetas entradas en carnes... raciones todas ellas bendecidas por manos diestras. 

En definitiva, tenebre cenáculo en el que se puede comer, trabajar con el ipad, dormitar mecido por "Pedro y el lobo" de Prokofiev, escuchar verdades aburridas, susurrar mentiras excitantes e incluso beberse todas las botellas que elegantemente adornan los entrepaños tras la barra y balbucear a tientas el réquiem melancólico que exhala un "león en invierno": "hubiera podido conquistar Europa entera, pero ha habido demasiadas mujeres en mi vida".

Arnyfront78

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