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miércoles, 7 de enero de 2015

Mesón Viña T

C/ Navas de Tolosa, 7
Metro: Callao (líneas 3 y 5)
Botellín: 1,10€ (Mahou)
Tapas: papas con chorizo, tortilla de patata...
Especialidades: bravas, pimientos de Padrón, callos, oreja en salsa, tortilla, croquetas de setas, albóndigas, pimientos rellenos, gambas al ajillo, setas, chichas, chopitos, morcilla, bienmesabe, croquetas de jamón...




Hay profesiones que suelen conferir o potenciar determinados atributos inherentes al ejercicio de las mismas. En términos de sociedad, unos son provechosos como la abnegación del médico, la paciencia del artesano, la precisión del arquitecto, la locura del poeta o la generosidad de la puta. Otros son perniciosos a pesar de parecer inevitables... la ambición del banquero, la soberbia del juez, el cinismo del abogado, la crueldad del proxeneta o la mendacidad del político. 

La frecuente mala hostia de los camareros/as no aporta nada. En ocasiones parece justificada por el estrés que conlleva un trabajo que debería ser agradable y a menudo se torna insufrible... la acritud como anticuerpo. Pero de vez en cuando te encuentras con profesionales de la barra que, a pesar de las dificultades y del ingrato contacto con la clientela, mantienen el tipo con admirable entereza. Todavía hay gente maja por ahí; gente que irradia nobleza. 

Así son los hermanos que tripulan el Viña T. Ella y él, Patricia y Jorge,  jóvenes resueltos y simpáticos, hijos del patriarca Teo. Últimamente vuelvo a frecuentarlo. No tanto por el precio de los botellines y las raciones como por ese capital humano que es, sin duda, el mejor valor añadido que tiene un bar. Al final, uno repite garito porque se encuentra a gusto en él,  hechizado por una propuesta en la que el qué, el dónde, el cómo y el con quién son lo suficientemente persuasivos como para reincidir. Un litro de Mahou vale 1,09€ debajo de mi casa, los bares no pueden competir con eso. Deben ofrecer algo más. 

Bar, tasca, mesón, bodega... diría también refugio, casino alcohólico para una juventud sin  complejos que comparte su tiempo con el de al lado en torno a una pira de minis, jarras y bravas. Hay asiduos que, con bienintencionada torpeza, describen el tinglado en internet con términos como "cutre" y "guarro". Como si el hecho de ser pintoresco y barato llevase aparejado, per se, un nivel de limpieza inferior al de un negocio con precios ofensivos y níveas evanescencias. 

Tendemos a confundir la blancura con la higiene; a convertir las apariencias en espejismos asépticos. Hay más de un restaurante distinguido que acompaña su platos con imprevistas guirnaldas púbicas. El Viña T es antiguo; sobrevive amenazado por la insensibilidad de un presente que exige la inmolación de lo arcaico; persiste incolume, pertrechado de objetos innecesarios, cachivaches fascinantes y guitarras insurrectas que, precisamente, le confieren ese aura mágico que tendría el bar de un pueblo asediado por el fuego; un lugar donde abandonarse a la embriaguez junto a ménades frenéticas indultadas de un mañana que vivir. 

Una remodelación para que muchos dejen de pensar que es cutre acabaría con todo eso. Entonces mi menda y muchos otros dejaríamos de ir.
Larga vida a las barras con reuma, a las mesas repletas de vídrios y a las camareras con sonrisas capaces de alumbrar almas sin luna.

Arnyfront78

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