C/ Navas de Tolosa, 7
Metro: Callao (líneas 3 y 5)
Botellín: 1,10€ (Mahou)
Tapas: papas con chorizo, tortilla de patata...
Especialidades:
bravas, pimientos de Padrón, callos, oreja en salsa, tortilla,
croquetas de setas, albóndigas, pimientos rellenos, gambas al ajillo,
setas, chichas, chopitos, morcilla, bienmesabe, croquetas de jamón...
Hay
profesiones que suelen conferir o potenciar determinados atributos
inherentes al ejercicio de las mismas. En términos de sociedad, unos son
provechosos como la abnegación del médico, la paciencia del artesano,
la precisión del arquitecto, la locura del poeta o la generosidad de la
puta. Otros son perniciosos a pesar de parecer inevitables... la
ambición del banquero, la soberbia del juez, el cinismo del abogado, la
crueldad del proxeneta o la mendacidad del político.
La frecuente mala
hostia de los camareros/as no aporta nada. En ocasiones parece
justificada por el estrés que conlleva un trabajo que debería ser
agradable y a menudo se torna insufrible... la acritud como anticuerpo.
Pero de vez en cuando te encuentras con profesionales de la barra que, a
pesar de las dificultades y del ingrato contacto con la clientela,
mantienen el tipo con admirable entereza. Todavía hay gente maja por
ahí; gente que irradia nobleza.
Así son los hermanos que tripulan el
Viña T. Ella y él, Patricia y Jorge, jóvenes resueltos y simpáticos,
hijos del patriarca Teo. Últimamente vuelvo a frecuentarlo. No tanto por
el precio de los botellines y las raciones como por ese capital humano
que es, sin duda, el mejor valor añadido que tiene un bar. Al final, uno
repite garito porque se encuentra a gusto en él, hechizado por una
propuesta en la que el qué, el dónde, el cómo y el con quién son lo
suficientemente persuasivos como para reincidir. Un litro de Mahou vale
1,09€ debajo de mi casa, los bares no pueden competir con eso. Deben
ofrecer algo más.
Bar,
tasca, mesón, bodega... diría también refugio, casino alcohólico para
una juventud sin complejos que comparte su tiempo con el de al lado en
torno a una pira de minis, jarras y bravas. Hay asiduos que, con
bienintencionada torpeza, describen el tinglado en internet con términos
como "cutre" y "guarro". Como si el hecho de ser pintoresco y barato
llevase aparejado, per se,
un nivel de limpieza inferior al de un negocio con precios ofensivos y
níveas evanescencias.
Tendemos a confundir la blancura con la higiene; a
convertir las apariencias en espejismos asépticos. Hay más de un
restaurante distinguido que acompaña su platos con imprevistas
guirnaldas púbicas. El Viña T es antiguo; sobrevive amenazado por la
insensibilidad de un presente que exige la inmolación de lo arcaico;
persiste incolume, pertrechado de objetos innecesarios, cachivaches
fascinantes y guitarras insurrectas que, precisamente, le confieren ese
aura mágico que tendría el bar de un pueblo asediado por el fuego; un
lugar donde abandonarse a la embriaguez junto a ménades frenéticas
indultadas de un mañana que vivir.
Una remodelación para que muchos
dejen de pensar que es cutre acabaría con todo eso. Entonces mi menda y
muchos otros dejaríamos de ir.
Larga
vida a las barras con reuma, a las mesas repletas de vídrios y a las
camareras con sonrisas capaces de alumbrar almas sin luna.
Arnyfront78
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