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martes, 25 de marzo de 2014

Awantung3 (El sushi de Paula)

C/ de Saavedra Fajardo 28
Metro: Puerta del Ángel (línea 6)
Abierto todos los días 
Botellín: 1,25€ (Mahou). Grifo de Mahou.
Tapas: Mal...pedacito de empanada comprada en la pollería o max mix de frutos secos.
Especialidades: Sushi, makis, nigiris, uramakis, futomakis, sashimis, hosomakis, pollo con salsa teriyaki, tallarines...


Paula y su tienda llevan suministrando al barrio refrescos, chuches, ruffles y lejía desde hace más de quince años. Fue pionera en el barrio de Puerta del Ángel (junto al chino de Antonio Zamora), aunque a diferencia de éstos, Paula ha entrado en el barrio. Al ser tan parlan-china ha extendido puentes con la comunidad que el resto de asiáticos, ahora afincados con multitud de tiendas y bares, nunca tenderán. Los chinos colonizan de forma infecciosa; venden de acuerdo a las exigencias del mercado y luego a otra cosa. Su adaptación al medio, su capacidad para entender las reglas del juego con el fin de subvertirlas es muy aguda. 
 
No se cortan a la hora de prosperar en el filo de la ley utilizando las lagunas y deficiencias de una administración obstruida por la burocracia. Así, cuando la autoridad correspondiente va a decretar el cierre de un local, por carecer de los permisos exigidos, la mayoría de las veces ya se han trasladado veinte metros más allá para iniciar una espiral de plazos y recursos que colapsan el sistema sancionador municipal. Parece que dispusieran de un sónar que captase cualquier tipo de obstáculo que, por supuesto, saben sortear. Cualquiera podría hacer lo mismo que hacen ellos, pero no lo hacemos. Son explotados por su propia gente y entienden que la vida es así de dura porque los hombres la hemos hecho así. No pierden el tiempo compadeciéndose, ni escrutando la más que mejorable condición humana... lo aceptan e intentan prosperar dentro los márgenes que les han pautado. No quieren vivir en y con la comunidad... quieren vender a la comunidad asumiendo su esclavitud. Nos puede parecer una actitud mezquina e incluso indigna, puede que así sea, pero no todo el mundo está en condición de reprobar su propia forma de vida. Normalmente quien se lo plantea es porque tiene alternativas. 

 Paula es una curranta nata, trabaja tanto con su físico como con su intelecto. Entras a comprar una docena de huevos y un litro de Coca-cola y, con su vehemencia salá, te endosa media sandía ("que ahola vienen dulces") y unos bollitos con pepitas de chocolate que dice que están muy buenos. Interactúa, saluda a los vecinos que pasan por la puerta y se puede tirar tres cuartos de hora charlando al mismo tiempo que atiende la caja con gran presteza. En definitiva, trabaja para tener más trabajo... es una zapadora de las relaciones públicas. Hace escasamente dos años empezó a vender litros de birra, hasta entonces carecía del permiso correspondiente... no vendía priba  bajo cuerda como el resto de sus insondables compatriotas; esto da muestra de que quiere seguir los cauces legales, de que su negocio no es flor de verano. 
Hace año y medio ha agrandado el negocio en plena crisis. Se ha trasladado al local de al lado y ha montado una tienda-bar. La tienda a mano izquierda es la de siempre... para pillarte un par de litros y unas pipas y matártelos en el parquecito de enfrente con vista a la Almudena. 

El bar... inaudito: un bar de sushi japonés, montado por una china y atendido por un moro. La verdad es que los gazpachos de nacionalidades son habituales por aquí, pero no deja de sorprenderme que en un bar supuestamente japonés no haya ni uno (cosas del siglo XXI). Pero ahí está Paula... chaparrita, miope y vivaracha para hacer lo imposible y reconciliar a China y Japón a escasos metros de la rivera del Manzanares. El marido, una especie de Sandokán mandarín, habla un castellano de Orcasitas... con rotundidad y fluidez. También atiende las mesas cuando no está charlando o liado con el smartphone. Y es de agradecer, en un restaurante asiático, que, cuando pides tallarines con ternera no te traigan wan-tunes fritos. Respecto a los distintos tipos de sushi, nigiris, etc...no me veo capacitado para juzgarlos, pero cada día tiene más adeptos. Una vez superada la prueba del primer mes sin defunciones por intoxicación, la cosa va sobre ruedas. Los precios son asumibles para la gente del barrio. Lo que si te puedo decir es que el botijo cuesta 1,25 y la tapa es una mierda (un raquítico trozo de empanada de Zabala, cacagüés o pistachos). 
 
La verdad es que fue decepcionante, creí que Paula se iba a tirar el pisto y nos iba a poner unos sushis, pero bueno... seguirá siendo un puesto de avituallamiento de camino al Calderón y, sobre todo, es una vecina que ha visto crecer a los niños del barrio que cambiaron los balones por bellotas de 25 gramos.
Ni hao, pasmaos!!!!

Arnyfront78

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