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lunes, 2 de febrero de 2015

Réquiem por El Lorena

Plaza de la Cebada, 3
Metro: La Latina (línea 5)
Cerrado


"Se alquila"... así, sin más, murió El Lorena. Un epitafio en amarillo fosforito que, por esperado, no deja de ser menos lamentable. Un "se alquila" que se ocultó durante meses para dar la oportunidad a un bar absurdo llamado "La Dehesa de Los Pedroches" y que ha reaparecido para desafiar a la erosión caústica de una ciudad en la que llueven desperdicios. La clausura de este emblema, todo un tótem para los que creemos que lo mejor de la noche empieza cuando amanece, supone un antes y un después en el devenir de La Latina. El contubernio que durante las mañanas de sábado y domingo tenía lugar entre, por un lado, currelas dominicales, asiduos de la porra y gazmoñas de misa de ocho y, por otro, crápulas, vagatas, vendedores de fiesta en bolsas y prófugos de la justicia, era demasiado lisérgico para perpetuarse. 

Es más, con cierta perspectiva adquirida tras horas invertidas en juerga, no puedo asegurar que El Lorena realmente existiera. Parece como si el fulgor de aquel pasado intoxicado, de aquel Nuremberg en llamas atizado por croissants a la plancha con Pampero, fuera parte de un sueño extraño, destilado durante cientos de horas robadas al día, reiterando el patético ritual de caminar chuzo a casa en dónde sólo me esperaban un ficus marchito y un tupper con arroz. Ahora, infinidad de fragmentos confusos, empapados en alcohol, sueño, sexo cutre y violencia estéril se agolpan de forma inconexa como en una película de Guy Ritchie o como en la"Quinta enmienda" a la que se acoge Cheb Rüben, esa que describe la inexorable atracción del abismo: "jugándome la sién a estas horas... con no sé quién pintando las largas...". No quiero unir todos esos pedazos de mi vida. Prefiero recordar aquello tal y como fue: disperso, caótico, a veces sublime, casi siempre grotesco... borracho hombro con hombro con Pablo, mi hermano en todos los sentidos salvo en el biológico, cociéndonos a fuego lento, articulando carcajadas homicidas, durmiendo sobre pinchos de tortilla, cerrando los puños y abriendo las pupilas, tragando bilis por malas mujeres, llorando azufre por las que no merecían el peaje de mi feroz individualismo.
No había orden, concierto ni tregua... todos los que pisasteis la lona y dejasteis que la mañana os corrompiese sabéis de qué os hablo... vaya que si lo sabéis... 

porras con Jagermeister, bocatas de hiel y funerales de chopitos en la paella... guerras de containers en la acera... el váter de caballeros cerrado por cuarentena, del de damas salen 14 decepticons... travestis vestidas de Manolita Chen y musulmanes orando con 100 Pipers... las gárgolas desayunando en el reservado... los morenos acoplados a cualquier plan... conseguidores de maná en el desierto... argentinos recién levantados salmodiando mantras cansinos de palabras vacuas e intenciones turbias... el taquillero bujarrón del metro busca imberbes que le enculen... los chicos guays de La Latina sobornan con copas y rallas a los elementos más peligrosos...  uno que se hace pasar por poli enseña el abono transporte como placa... otro que perteneció a la tercera bandera paracaidista Ortiz de Zárate canta "La muerte no es el final"... afrentas insalvables que acaban en abrazos... navajazos con cucharillas de café... amores perrunos y perros sin amor... conversaciones que acaban siendo lúcidas ponencias: el bar es un think tank de masas grises en conexión con el cosmos...  siempre hay alguien que quiere contarte el argumento de Brokeback Mountain... se forman coaliciones para ir a "Las Horas" pero el que iba a pagar la entrada a to quisqui se acaba de desmayar sobre el arcón de congelados... Leti, la camarera rumana, nos sanciona con exclusión como en el balonmano y nos vamos al Rastro a comprar bragas y katanas... un pijo grita que le han robado la Belstaff... los pakis venden rosas que nadie compra... guerra de frisbees con platos entre el fondo sur con rumanos que roban cobre y el fondo norte con raperos de Aluche por la única tía buena que queda en el bar... otra vestida de Britney Spears (pero que parece María Jimenez) intenta obtener un buen trato para cerrar la fiesta.... cuatro zetas derrapan en la puerta y vuelan las papelas... no hay detenidos, no hay heridos... podemos seguir bebiendo... "¡...porque luchan como hermanos defendiendo sus colores..!"... "párame un taxi que no siento el brazo izquierdo..." 

Volviendo sobre mis pasos con una náusea que anuncia un mañana sin laureles observo a la gente que va a comprar el pan, a la que va a comer a casa de esos padres a los que ven cada vez menos y a los que pasean con sus mujeres, maridos e hijos para disfrutar del único día de la semana que sus estresados estilos de vida les permite.... y no me dan envidia, por más que la edad me empuje al dilema de elegir entre ser un zombi de la normalidad y parecer un gilipollas inmaduro. No os equivoquéis... hay más opciones. Por eso grito a la estúpida mañana de domingo, a ese domingo doliente y cabrón: ¡Lorena, mala puta, qué bien me lo he pasado!... luego me pongo los cascos, subo el volumen y dejo que la herida voz de Johnny Cash me hable de otra clase de hombres que existieron. 



Ilustraciones: PQ (cadáver 1)
Texto: Arnyfront78 (cadáver 2)

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