Metro: Tribunal (líneas 1 y 10)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Amstel)... buen tamaño.
Tapas: canapeses, aceitunas, ensalada campera, mejillones a la vinagreta...
Especialidades:
tortilla española y asturiana, patatas al cabrales, fabada, callos a la
madrileña, entrecot a la pimienta o al cabrales, tabla de quesos
asturianos, cabrales (batido o natural), lacón con cachelos, verbena de
ahumados, pastel de cabracho, albóndigas, fabes con almejas, revuelto de
morcilla y piquillo, pulpo a la gallega, pimientos del padrón,
empanada, oreja a la plancha, croquetas de cabrales, solomillo de
ternera al ajo arriero o con salsa de anchoas, bacalao a la riojana...
Parece que el número de gente encabronada con La Camocha, el conocido mesón de la calle Fuencarral, no tiene límite. Al leer las crispadas quejas que los sufridos comensales vierten en las plataformas de opinión (rollo Tripadvisor, 11870, Yelp, Salir.com, etc...) me planteo si no resulta más útil adjuntar la hoja de reclamaciones junto a la cuenta y el café, por aquello de ahorrar tiempo a todos.
Joy F. dice en Yelp que "el chorizo a la sidra sabe a mierda sosa"; que al decírselo al camarero, éste le echo la peta y que, acto seguido, tiró una copa de sidra sobre el regazo de una de sus amigas.
Otro usuario anónimo de Salir.com
dice que les prepararon en tres minutos almejas a la sidra, croquetas y
huevos rotos (hay serias sospechas de las dotes telequinésicas del
cocinero). Además las almejas eran grises y con una textura extraña por
lo que concluye en darle una estrella porque no se puede dar menos.
Veghita,
por su parte, nos exhorta a que "jamás pidamos un café" ya que es el
más repugnante que había tomado hasta la fecha. Además dice que las
mesas están pegajosas y que los camareros, más que servir, lanzan las
consumiciones.
Por último, menos airado y con mucha más retranca, Nabor R. afima en Yelp que "tomarte unas copas, cenar en la Camocha (con bien de cerveza) y después montarte en el metro para ir a casa es como echarle Fairy a la lavadora".
También hay buenas críticas... son las menos.
Por último, menos airado y con mucha más retranca, Nabor R. afima en Yelp que "tomarte unas copas, cenar en la Camocha (con bien de cerveza) y después montarte en el metro para ir a casa es como echarle Fairy a la lavadora".
También hay buenas críticas... son las menos.
Es
evidente que La Camocha agasaja y mima a su clientela de una forma algo
áspera; pero joder, no es para tanto. Creo que es una cuestión de
expectativas. Para los que andamos jangueando por la city sin rumbo ni
meta, dejarse caer por La Camocha y tomarse un par de cacharros no
supone un acto heroíco ni traumático. El aperitivo ni fu, ni fa... la
caña tiene buen tamaño... la sala no está sucia... las raciones no son
caras... el ambiente es distendido... Eso sí, los camareros no van a
ganar el "premio naranja" a la simpatía. El que nos sirvió llevaba la
cara de mala follá que tendría Albert DeSalvo si fuese la asistenta de
Mariló Montero. Y creo que su compañero se motiva para ir al trabajo
escuchando el "Reign in blood" de Slayer.
Ahora
bien, si reservas mesa para llevar a unos amigos de Ribadesella
vendiéndoles una velada de ensueño en un chigre como los del Principado
es muy probable que cuando vayas a verles al norte te planeen un picnic
rodeado de osos.
A La Camocha no se puede ir rebosante de entusiasmo, ni
siquiera con esperanza de degustar una cocina excelsa. Basta con
plantarse ante esa fachada luminosa como un Pussy show de
Bangkok, distinguida por la silueta de un escanciador angoleño con gorro
de la CNT y todo más verde que la pota de un vegano, para intuir que
por mucho que tengan zona wifi y asen pollos para llevar, Tony Genil
jamás hubiera podido componer Turandot. La Camocha está bien para planes
fortuitos y carentes de pretensiones... porque estás por Malasaña y se
te antojan unas papas con cabrales o una tortilla asturiana... para
desfasar jarreando con los amigos... para una primera cita de eDarling
con un cincuentón de Logroño y, sobre todo, para hacer un simpa coral
tras un festival de rondas. Al final lo que queremos es quedar con los
colegas aunque los chorizos a la sidra sean salchichas con tintorro.
Y
poco más que decir... todo lo bueno y malo que se puede decir de un bar
cualquiera que alimenta a la tropa por poco dinero. Es una pena que la
desmotivación y una gestión errática desaprovechen un emplazamiento
privilegiado y unas infraestructuras que ya querrían muchos empresarios
hosteleros. La otra Camocha de Fuencarral 114 (que cerró sus apuntaladas
puertas hace unos meses), donde los suflés capilares de las doñas de
Chamberí no dejan ver el sol, tenía más gracia. Le sobraba lo que le
falta a ésta: buenos aperitivos y un poquito de rumba. Era más cutre y
viscosa... lo único que la diferenciaba del comedor de un geriátrico era
que los blisters de la mermelada no estaban caducados y, aún así, tenía
bastantes clientes habituales. El visitante más fiel de La Camocha de
Malasaña es el repartidor de barriles de Amstel.
¡Un chigre asturiano no puede tener nuggets de pollo. Es como vender consoladores en una mercería!
Arnyfront78
yo soy de la camocha!!! conoceis a el Cozes????
ResponderEliminareeeeeeee cozes
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