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lunes, 14 de julio de 2014

La Camocha

C/Fuencarral, 95
Metro: Tribunal (líneas 1 y 10)
Caña (no hay botellín): 1,50€ (Amstel)... buen tamaño.
Tapas: canapeses, aceitunas, ensalada campera, mejillones a la vinagreta...
Especialidades: tortilla española y asturiana, patatas al cabrales, fabada, callos a la madrileña, entrecot a la pimienta o al cabrales, tabla de quesos asturianos, cabrales (batido o natural), lacón con cachelos, verbena de ahumados, pastel de cabracho, albóndigas, fabes con almejas, revuelto de morcilla y piquillo, pulpo a la gallega, pimientos del padrón, empanada, oreja  a la plancha, croquetas de cabrales, solomillo de ternera al ajo arriero o con salsa de anchoas, bacalao a la riojana...






Parece que el número de gente encabronada con La Camocha, el conocido mesón de la calle Fuencarral, no tiene límite. Al leer las crispadas quejas que los sufridos comensales vierten en las plataformas de opinión (rollo Tripadvisor, 11870, Yelp, Salir.com, etc...) me planteo si no resulta más útil adjuntar la hoja de reclamaciones junto a la cuenta y el café, por aquello de ahorrar tiempo a todos.
Joy F. dice en Yelp que "el chorizo a la sidra sabe a mierda sosa"; que al decírselo al camarero, éste le echo la peta y que, acto seguido, tiró una copa de sidra sobre el regazo de una de sus amigas.


Otro usuario anónimo de Salir.com dice que les prepararon en tres minutos almejas a la sidra, croquetas y huevos rotos (hay serias sospechas de las dotes telequinésicas del cocinero). Además las almejas eran grises y con una textura extraña por lo que concluye en darle una estrella porque no se puede dar menos. 
Veghita, por su parte, nos exhorta a que "jamás pidamos un café" ya que es el más repugnante que había tomado hasta la fecha. Además dice que las mesas están pegajosas y que los camareros, más que servir, lanzan las consumiciones.
Por último, menos airado y con mucha más retranca, Nabor R. afima en Yelp que "tomarte unas copas, cenar en la Camocha (con bien de cerveza) y después montarte en el metro para ir a casa es como echarle Fairy a la lavadora".
También hay buenas críticas... son las menos.  


Es evidente que La Camocha agasaja y mima a su clientela de una forma algo áspera; pero joder, no es para tanto. Creo que es una cuestión de expectativas. Para los que andamos jangueando por la city sin rumbo ni meta, dejarse caer por La Camocha y tomarse un par de cacharros no supone un acto heroíco ni traumático. El aperitivo ni fu, ni fa... la caña tiene buen tamaño... la sala no está sucia... las raciones no son caras... el ambiente es distendido... Eso sí, los camareros no van a ganar el "premio naranja" a la simpatía.  El que nos sirvió llevaba la cara de mala follá que tendría Albert DeSalvo si fuese la asistenta de Mariló Montero. Y creo que su compañero se motiva para ir al trabajo escuchando el "Reign in blood" de Slayer. 
Ahora bien, si reservas mesa para llevar a unos amigos de Ribadesella vendiéndoles una velada de ensueño en un chigre como los del Principado es muy probable que cuando vayas a verles al norte te planeen un picnic rodeado de osos. 

A La Camocha no se puede ir rebosante de entusiasmo, ni siquiera con esperanza de degustar una cocina excelsa. Basta con plantarse ante esa fachada luminosa como un Pussy show de Bangkok, distinguida por la silueta de un escanciador angoleño con gorro de la CNT y todo más verde que la pota de un vegano, para intuir que por mucho que tengan zona wifi y asen pollos para llevar, Tony Genil jamás hubiera podido componer Turandot. La Camocha está bien para planes fortuitos y carentes de pretensiones... porque estás por Malasaña y se te antojan unas papas con cabrales o una tortilla asturiana... para desfasar jarreando con los amigos... para una primera cita de eDarling con un cincuentón de Logroño y, sobre todo, para hacer un simpa coral tras un festival de rondas. Al final lo que queremos es quedar con los colegas aunque los chorizos a la sidra sean salchichas con tintorro.

 Y poco más que decir... todo lo bueno y malo que se puede decir de un bar cualquiera que alimenta a la tropa por poco dinero. Es una pena que la desmotivación y una gestión errática desaprovechen un emplazamiento privilegiado y unas infraestructuras que ya querrían muchos empresarios hosteleros. La otra Camocha de Fuencarral 114 (que cerró sus apuntaladas puertas hace unos meses), donde los suflés capilares de las doñas de Chamberí no dejan ver el sol, tenía más gracia. Le sobraba lo que le falta a ésta: buenos aperitivos y un poquito de rumba. Era más cutre y viscosa... lo único que la diferenciaba del comedor de un geriátrico era que los blisters de la mermelada no estaban caducados y, aún así, tenía bastantes clientes habituales. El visitante más fiel de La Camocha de Malasaña es el repartidor de barriles de Amstel. 
¡Un chigre asturiano no puede tener nuggets de pollo. Es como vender consoladores en una mercería!

Arnyfront78

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