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viernes, 31 de enero de 2014

El Rincón de Alipio

C/ Ponzano, 21
Metro: Alonso Cano (línea 7)
Caña (no hay botellín): 1,40€ (Heineken) Tamaño pequeño.
Tapas: Canapeses variados (virutas de chopped pork con Philadelphia, tomate con pimientos de padrón, ensaladilla, sardina con tomate natural...), migas....
Especialidades: lágrimas de pollo, trigueros con salmón y jamón, croquetas de ibérico, berenjenas al rincón, albóndigas caseras, zamburiñas, gambas al ajillo, taquitos de merluza, tostas a 3,90 (de foie de pato con puré de castañas, de Philadelphia con salmón, de champis con morcilla y cebolla confitada, de berenjenas con queso fundido, de jamón con brie...) y hojaldres rellenos a 3€ (de pisto con huevo, de setas con jamón y queso, de morcilla con piñones, de rabo de toro, de gulas con gambas...)


La calle Ponzano está dividida en tres segmentos. Su manantial dimana en la calle Santa Engracia, casi esquina con la Asociación gremial del taxi y una gasolinera Cepsa en la que no he repostado pero sí he cagado.  

Hasta el primer corte con José Abascal concentra los bares más cutres y genuinos de la calle. El segmento entre José Abascal y Ríos Rosas es la Jerusalén  de los after workers. Mientras que de Ríos Rosas a Raimundo Fernández Villaverde el argumento va de aparca coches, Master cards y algún que otro puti. En cualquier caso, en los 800 metros aproximados que tiene la calle, se arraciman cervecerías y restaurantes de toda índole: covachas costrosas con manteca en los escaparates, marisquerías de postín, un chino de cartón-piedra, ginebrerías farragosas y, sobre todo, infinidad de bares que prosperan gracias a la angustiosa sed  de los oficinistas de la zona. 

De lunes a viernes, la sempiterna doble fila de coches aparcados a diestro y siniestro pone en jaque la pericia del conductor más hábil y delata a repartidores, comerciales, mensajeros y escaqueadores diplomados en eso de poner los warning y abandonar la furgona a su suerte. Las noches de farra, la esquina con Breton de los Herreros es abordada por la juventud más espesa que acaba en el Changó, el Honky o llamando a "Giselle, venezolana, escultural, discreción, desplazamientos, griego con yogur, ¡anímate!". 

Para entonces aun quedará algún letrado o cuenta números rezagado que se lleva tomando la última desde al mediodía y que, con la corbata desahogada, paella de sudor en la sobaquera y olor a bisonte moribundo intenta cautivar a las compañeras de departamento casadas a base de perdigonazos en la cara. Pues bien, de los muchos bares que me he gastado por la zona, quizá sea en el Rincón de Alipio en el que me encuentre más a gusto.  

No es tan atractivo y provecto como su preceptor "Alipio Ramos", no se come como en el Sudestada o en la Sala de despiece, no tiene el cachondeo de la Máquina de Chamberi, el VagaLume o la Parroquia de Pablo y no tiran la caña como en El Doble o El Fide; pero por todas esas carencias, porque los arquetipos y paradigmas que reputan al resto sólo erosionan estatus forjados a base de fábulas y atracos a mano armada, prefiero este Rincón, que de rincón sólo tiene el váter. Allí tiran la caña lo suficientemente bien como para tomarse otra, su precio está en los límites de lo aceptable y su aforo no es el del circo romano en plena feria de desguace de cristianos. Además las almóndigas caseras y las croquetas de ibérico no son eludibles. El resto de raciones (como las conmovedoras lágrimas de pollo), tostas y hojaldres también cumplen su cometido... sin filigranas ni chalaneos rácanos. El servicio es raudo, cordial y algo sudoroso cuando las comandas se agolpan. 

No hay pringue en el suelo, los palillos no están chupados y no encontrarás pelos, demasiado rizados como para ser de la cabeza, asomando de entre las gambas al ajillo como si fuesen cobras hechizadas al son de bansuris. Y es que, de vez en cuando, se agradecen sitios sencillos, limpios, animados sin estridencias, sin jaurias ni tibiezas, donde beber, salivar y masticar sin la Máxima FM de fondo, pero que tampoco parezca una merienda en una caseta de obra escuchando un cd de Richard Clayderman.



PD: Ahora bien, las tapas se vienen degradando desde hace un par de años. De los cuidados canapés rococó que se curraban antaño (ponían dos por personas) a las virutas de chopped pork con Philadelphia que nos endosaron hace un par de semanas hay una pendiente, como la de la Cuña de les Cabres, que conduce directamente al sumidero. Veremos...

Arnyfront78

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