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domingo, 8 de septiembre de 2013

La Taberna del Cuni


Ferrer del Río, 22
Metro: Diego de León (líneas 4, 5 y 6)
Cerrado





La mayoría de seres vivos tienden a adaptarse al hábitat en el que se ubican. Pero sólo unos pocos son capaces de transmutar un entorno cualquiera a la medida de sí mismos. Este es el caso del Cuni y su inefable taberna. Esa en la que los taburetes adheridos a la barra describen una línea irregular de alcohólicos que esperan la hora de cierre para dirigirse a un hogar al que no quieren ir.
Fue un amigo, Mario, quien nos recomendó el sitio. Y creo que, sin duda alguna, algo tiene que ver con el protagonista del relato. El Cuni es de esos tipos que nacen con mote en vez de nombre. Con un físico férreo, mezcla de macarra de bolera y mozo de cuadra, preside cuchillo en mano (para cortar lonchitas de queso) a una clientela demente, sacada de un sainete berlanguiano, que no deja de trenzar conversaciones absurdas, soeces, violentas, monumentales. De vez en cuando alza un hilo de voz afónico, al filo de laringectomía, para emular a un padrino de arrabal capaz de imponer un orden absolutamente caótico. Un rey del hades que, aunque parezca sorprendente, transpira amabilidad y cortesía seguramente aprendidas en la calle, allí donde a base de recibir hostias te cansas de darlas. Arrollador, excesivo, quizá empericado... te agasaja con sus callos aguados y te obliga a comértelos cercado por la fuga de propano que perfuma el local. No para de sacar tapas como muestra, no tanto de estrategia comercial como de cordialidad, de sentida hospitalidad. De lo contrario no se dedicaría a cobrar 2 de cada 5 botijos que uno pimpla. Otras veces los cobra en centesimáles con periodo (1,16666666666.......leuros) y alguna que otra baza ni siquiera se acuerda de cobrar. Todo ello denota el placer por agradar, más allá de que el negocio se vaya a la mierda. 


Una noche que fui a la hamburguesería de la M situada en Francisco Silvela le encontré engullendo dos o tres Big Macs. Comía con ansia, con la cabeza encajada en la bandeja, queriendo zanjar cuanto antes el trámite de tener que cenar otro día más con una silla vacía por pareja.
Últimamente no le iba bien: el alquiler, impuestos y licencias, pagos a proveedores, seguramente una mala gestión... no sé si el Cuni tuvo antes algún bar, pero intuyo que no. Parece otro español más expulsado del mercado laboral que, ante la imposibilidad o la incapacidad de reciclarse en una estructura social gangrenada, hubiera emprendido una huída hacia delante montando un bar. Pero ya no crecen lirios en este nicho llamado España y las muchas o pocas expectativas de sobrevivir siendo autosuficiente languidecen en una lenta y desesperada agonía. Pocas imágenes pueden definir mejor la crueldad desapasionada e implacable de este sistema que la puerta de la taberna del Cuni ahora sellada, forrada con periódicos junto a un cartel de "se alquila". Periódicos que, de forma paradójica, describen, explican la crisis.
Y mientras... la metástasis avanza.



PD: Año y medio después de su cierre, una jarapa ha sustituido a los periódicos como velo opaco a un interior en ruinas. Ya no hay carteles de "se alquila", no hay teléfonos a los que llamar. El único signo de que allí hubo vida es una pizarra que sigue anunciando: cerveza + montado de lacón gallego = 2€. Y los que estuvimos allí, poco a poco, iremos olvidando al Cuni. Los bares también mueren y, con su muerte, parte de nuestro pasado también.

Arnyfront78


1 comentario:

  1. Qué grande el Cuni, siempre recordaremos sus excesos y su buen corazón. ¿Sigue viviendo por la zona?

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