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lunes, 7 de octubre de 2013

Marisquería Luis

Alonso Heredia, 25
Metro: Diego de león (líneas 4, 5 y 6)
Botellín: 1,50 (Mahou). Grifo de Amstel.
Tapas: Papas con pomada (alioli), torreznos, ensalada campera, mejillones a la vinagreta, ensaladilla rusa...
Especialidades: indudablemente las roscas de gambas a la plancha... también pulpo a la gallega, arroz con bogavante, berberechos, navajas, coquinas, almejas, buey de mar, centollos, carabineros....



¿Pensabas que el marisco sólo está al alcance de la gente con pasta?.... pues sí, tienes razón. Parece que cada día cuesta más aumentar los niveles de ácido úrico a expensas de caparazones desmembrados. La gota vuelve a ser una distracción de adinerados como en el siglo XVI cuando faisanes y perdices escabechadas hinchaban los pies de archiduques y cardenales. Pero sitios como la Marisquería Luis permiten un capricho marino, de vez en cuando, a la clase media empobrecida que se resiste a la dieta del bocata de chopped pork con mahonesa. 

En la maraña de calles estrechas, pulmón del más castizo y entrañable barrio del distrito de Salamanca, La Guindalera, se encuentra la Marisquería Luis dando guerra con su ejército de crustáceos, cefalópodos, pelecípodos y pisciformes que inevitablemente pasarán por la plancha o el agua hirviendo. La cocina donde se perpetra el genocidio se adivina tras una puerta abatible. De tanto en cuanto asoman roscas especiales de gambas, calamares con su limón y un cocinero con bigote de guardia civil destacado en un pueblo de Jaén que, con el mandil lleno de mierda, podría haber salido de la sentina del acorazado Potemkin. 

Entre tanto, la lucha se recrudece entre los camareros. Llevan tantos años poniendo cañas que no sería extraño que en sus últimas voluntades pidieran la instalación de un grifo de cerveza junto a la sepultura.
Es un trio de ultraveteranos que han superado la edad para poder jubilarse. Quizá sea Juanito el que más carisma y salero tenga de los tres. Su cabellera nívea, en la que naufraga un sólo pelo negro, podría haber sido la de un cantante de boleros de Pasapoga o la de un tahur de almacén clandestino; pero el caso es que es un camareta avezado que no deja de putear a sus compañeros, no tanto como acto de mala fe como de travesura cínica. De lo contrario, la jornada laboral sería un coñazo. Los otro dos son Giuseppe (el trasunto del gordo que explota comiendo en "El sentido de la vida") y un orondo cetrino que, a ratos parece caribeño y a ratos parsi, pero que, en realidad, fue el criado secuaz del Dr. Moreau. 

Allí andan chinchándose, acusando al resto de cosas que han hecho ellos y rezando en arameo injurias cariñosas. Probablemente echarán de menos esas refriegas cuando vegeten en el sosiego del ocaso... o tal vez no. 
Lo que está claro es que la Marisquería Luis o Luis I (hay un Luis II en San Sebastian de los Reyes que concede al negocio un aire dinástico) es para ir a comer. No se puede ir sólo a tomar cañas y esperar las infames patatas alioli que ponen de aperitivo mientras alrededor vuelan cabezas de gambas y patas de percebes. Para ir de cañas ya está al lado "El Campero" del que daremos buena cuenta en breve. La rosca de gambas (la normal tiene unas 24 gambas y cuesta 7€) es una gozada. 

Son frescas y están en su punto de plancha y sal gorda. Nada que ver con el marisco venéreo que ponen en la afamada marisquería do Miño de la calle Santa Brígida. 
En cuanto al local... se ha quedado detenido en el tiempo, allá en la transición cuando se debió hacer la última reforma y decidieron darle una ambientación agromarinera (escotillas y vidrieras a modo de acuarios junto a azulejos alpujarreños y botellas de brandy Torres). 

La verdad es que es un alivio encontrar sitios a los que no afectan las vanguardias, a los que el paso del tiempo consagra como refugios hereditarios. No está mal que algo permanezca incólume mientras todo cambia... las gambas siempre serán gambas.



Arnyfront78

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