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lunes, 14 de octubre de 2013

Cervecería Ares

C/ Cuart de Poblet, 1
Botellín o caña: 1,50€ (Estrella de Galicia) Tercio: 2,20€ (Estrella de Galicia)
Tapas: a elegir entre diez opciones (hamburguesa, pincho moruno, perrito, sandwich mixto, bravas, montado de lomo, calamares, montado de bacon, alitas de pollo y jamón serrano). Todo los acompañantes tiene que pedir la misma tapa.
Especialidades: oreja a la plancha, patatas bravas, pincho moruno...
Menú del día = 9€ Menú fin de semana 12€ Menú degustación = 18€






Cada vez hay más bares en la urbe que se suman a la moda de subir el precio de la caña (incluso hasta límites execrables) para darte a elegir un aperitivo descomunal (aunque inmundo) que justifique la clavada. Desde Tabernomaquia reprobamos esta práctica deseando que la cordura vuelva a los propietarios de los bares madrileños. ¿Para qué queremos comer kilos de bazofia que no le daríamos ni a un chucho? ¿no sería mejor una consumición a precio razonable y con un aperitivo digno aunque sea escaso?...  la Cervecería Ares es el claro ejemplo de cómo hacer bien las cosas. Han adoptado el estilo de aperitivo a la carta (se puede elegir entre diez distintos), con precios competitivos (1,50€ el botellín y 2,20€ el tercio), buena cantidad y calidad proporcionada. 
 
Está claro que no es el Bulli ni lo pretende, sólo es una Cervecería de barrio sin pretensiones de estrellato que ofrece una buena relación calidad/precio dentro de lo que se puede esperar de un sitio así. No se pueden juzgar con equidistancia la cocina del Sudestada y la de una tasca periférica. A los primeros se les debe exigir lo que no se les puede pedir a los segundos. Pero sí se puede contrastar entre bares análogos. Por eso, y a pesar del desagradable olor a frito que contamina la zona de barra cuando la plancha está pleno rendimiento, es de justicia reivindicar la Cervecería Ares (junto al ya posteado "El Paseo") dentro del deprimido panorama tabernario de la zona Lucero-Paseo de Extremadura, mi barrio, plagado de bares abandonados de la mano de Dios, sumidos en la inercia de la desidia, esperando, sin hacer nada al respecto, que vuelvan los clientes que ahora se toman la cerveza en casa hastiados  de las mismas caras, las mismas aceitunas y de esos zarajos que están en el mostrador desde que la URSS era una potencia del baloncesto. 

Está situado a espaldas de la boca de metro de Laguna. Esa parada, antaño territorio comanche, desde la que se divisaban el Cerro de la Mica, las postrimerías de Cañorroto y el campito de Gallur en el que jugaban, como locales,  los equipos de gitanos  que estaban apuntados a la liguilla de fútbol del ayuntamiento. Me hubiera gustado ver jugar allí a los divos que colman la primera división... encarando las entradas homicidas  del "Babas", el "Chocolate", el "Richard" y el "Araña".  Los años han pasado y de todos aquellos vertederos y poblados chabolistas sólo quedan parques sintéticos, un enorme cubo de Rubik  en el que han metido como realojados a lo mejor de cada casa y un huevón dominicano adherido a la manguera del surtidor de combustible de la calle Alhambra que, seguramente inmerso en sueños de nalgas color canela, presencia alguna que otra persecución policial con la absoluta indiferencia de un caribeño al que le importa un carajo los business que se traen entre manos los tanos y los payos. 


Mención especial requiere el jardín de Pepe. A escasos metros del bar, oculto tras los setos que delimitan las zonas ajardinadas de la colonia se encuentra este simpático recoveco que ha sido ocupado por todos los juguetes de nuestra infancia. Peluches ahorcados, barbies ultrajadas, troncos reinventados en avestruces fumadas, un descomunal piolín ataviado de Maharash de Kapurthala e incluso el retablo totémico de un gran jefe indio... conviven hermanados por la condición de ser deshechos de niños caprichosos o de adultos sin memoria. Para ellos, para los niños del barrio y para todos los demás que queramos parar y observar, Pepe cuida este insólito santuario que no deja de ser una metáfora sobre la hermosa utilidad de lo prescindible:

"No te pido que me ayudes, a los niños les gusta verlos. Respétalos... Gracias. Pepe"... reza un cartel sujetado por un madelman venido a menos...
Gracias a ti, Pepe. Y gracias a los pechos de las chicas de Lucero!!!



Arnyfront78

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