C/ Veneras, 7
Metro: Santo Domingo (Línea 2)
Caña (no hay botellín): 1,30€ (Cruzcampo)
Tapas: almóndigas en salsa, callos, aceitunas, tortilla en salsa, papas alioli, oreja en salsa...
Especialidades: el gañán (montado de panceta), el somarro (montado de lomo), el señorito (montado de jamón serrano y pimientos), el tarugo (chorizaco), el timón (brochetón), manitas de cerdo, mollejas de cordero, cuchifrito, champiñones al ajillo...
Seguimos orbitando en la calle Veneras. Esta vez toca un mesón inequivocamente anti-vegetariano. Y digo anti-vegetariano porque, siendo como son abulenses (del Losar del Barco), no se puede ser otra cosa. Recorriendo ese territoririo herido de muerte por zanjas que el frío hiende, que es el valle de Amblés, lo más cercano a vegetales que me he encontrado en la mesa fueron unas alcachofas estampadas en un mantel.
Aun quedan sitios donde escuchar el runrún de la vida sin la necesidad egocéntrica de tener que decir nada.
Metro: Santo Domingo (Línea 2)
Caña (no hay botellín): 1,30€ (Cruzcampo)
Tapas: almóndigas en salsa, callos, aceitunas, tortilla en salsa, papas alioli, oreja en salsa...
Especialidades: el gañán (montado de panceta), el somarro (montado de lomo), el señorito (montado de jamón serrano y pimientos), el tarugo (chorizaco), el timón (brochetón), manitas de cerdo, mollejas de cordero, cuchifrito, champiñones al ajillo...
Seguimos orbitando en la calle Veneras. Esta vez toca un mesón inequivocamente anti-vegetariano. Y digo anti-vegetariano porque, siendo como son abulenses (del Losar del Barco), no se puede ser otra cosa. Recorriendo ese territoririo herido de muerte por zanjas que el frío hiende, que es el valle de Amblés, lo más cercano a vegetales que me he encontrado en la mesa fueron unas alcachofas estampadas en un mantel.
En una tierra tan dura, en la que
las tres cuartas partes de los paisanos andan sordos por efecto del
viento y el resto no quiere oír, en la que las sábanas rezuman escarcha,
donde los gatos y perros pesan menos que las ratas, donde las
administraciones públicas nunca han invertido y nunca lo harán, sólo
puede haber comida contundente, hipersaturada; que permita laborar el
campo bajo la canícula o el pedrisco. Allí no hay lugar para brunches,
sino para almuerzos con vino. Ser vegano en Ávila supondría apostatar de
la única y verdadera religión que hay en Castilla: la carnívora.
Dice
mi brother Emilio que "lo verde pa los conejos" mientras se atiza un
brik de leche a gañote o dentellea un chuletón de kilo cercado por el
único tubérculo que admiten los depredadores de pro por no parecerlo: la
patata cuando está frita. Siempre me ha fascinado ese vigor abrupto que
tienen los hombres que doblan mi peso; esa confianza hercúlea de
quienes podrían comandar una centuria romana o sobrevivir a huracanes
anclados a una farola. No se puede dirigir el crimen organizado bebiendo
leche de soja, sería una aberración estética. En el Gañán los únicos
vegetales que he visto son pimientos fritos y champis con
jamón. Es probable que haya más verduras pero deben estar amedrantadas
por la carne, el aceite y el sebo.
Tampoco se recomienda comer lo que
venga del mar, ya que las kokotxas pueden ser de cabrito. Por contra,
todo lo que ha pacido, balado o gruñido halla su destino en la lumbre.
Una brasa en la que se atezan la panceta, el jamón o el lomo para
travestirse (entre dos rebanadas de hogaza) en "gañanes", "señoritos" y
"somarros". Estos montaditos que cuestan entre 1,20 y 1,50€, junto con el pincho
moruno rejoneado con saña ("el timón") y un chorizo ("el tarugo") que
parece uno de esos zurullos que, en sus extremos, pueden llegar a conectar el agua del
inodoro con un esfinter en plena acción, son el motivo de visitar este
aprisco mesetario en el que se ve Telemadrid y huele a urinario de
estación de autobuses.
Pero si sólo se quiere ir a tomarla y aprovechar
la cadena de aperitivos que van poniendo con la caña, éste no es el
sitio, a no ser que te guste el gastro-reciclaje: tortilla en salsa,
callos en pepitoria, pollo en salsa de callos... No obstante, es el
lugar perfecto para una cena romántica de ruptura y para la presentación
mundial de un best-seller. Yo me paso a menudo, ya que es, sin
duda, el más literario de la calle. A diferencia del Mareas Vivas, El
Labriego, Parrondo, Los Amigos, etc... donde se vive de la muchachada
que sabe de la pedrea de aperitivos que han hecho del eje
Veneras-Trujillos un referente en la ciudad, en El Gañán hay una
feligresía autóctona tan exótica como estimulante para quienes
ponderamos el lirismo que a veces dimana de lo grotesco, más allá de la
simpleza de un aperitivo mejor o peor, de una caña aguada o bien tirada o
de la incontinente escenificación afectiva con la que los madrileños
exaltamos la amistad... allí donde se hable más alto.
Tenues reminiscencias de ese transparente ascetismo con el que nuestros
abuelos, venidos del pueblo, gestionaban la a menudo alegre y siempre
absurda vida de ciudad, perduran en este antrazo regentado por representantes de
una generación temerosa de Dios y del gobierno que administrará sus
pensiones.
Aun quedan sitios donde escuchar el runrún de la vida sin la necesidad egocéntrica de tener que decir nada.
Arnyfront78
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