C/ Conde Duque, 8
Metro: Ventura Rodriguez (línea 3)
Especialidad: los sandwiches ( de carrillera con
judías verdes y queso de tetilla, de vegetal con atún, de pollo
provenzal con guacamole, de lomo ibérico con queso cheddar, de rostbeef
con rúcula, tomate y pepinillos, de remolacha y apio
con queso de cabra, de sardinas al sumak...) y las ensaladas ( de pollo
con parmesano, con pimientos al horno con queso de cabra, con mozarella
a la vinagreta de perejil...)
Menú con primero (crema de verduras del día o ensalada),
segundo (sandwich o ensalada), bebida y postre... a 10,90€ (menú A) y a
11,90€ (menú B). El menú sólo se sirve de lunes a jueves a mediodía.
Tener asueto en día laboral es cojonudo. Uno puede
pasear por la ciudad y tomarla el pulso en plena actividad... sumado al
placer que da ver a los demás currando. Este tipo de privilegio, ya sea
porque libras entre semana o porque eres afiliado
al INEM, permite aprovechar el vasto y variado mundo del menú del día en
nuestra capital, siempre y cuando la buchaca dé la venia. Hay gran
número de restaurantes que, ante el deprimido panorama económico, han
decidido afrontar la crisis con ésta fórmula tarifaria
que intenta compensar la pérdida de clientela en el ámbito de la clase
media ociosa a base de menús proletarios.
Lo que para bares y casas de
comida de toda la vida ha sido siempre un excelente reclamo de
oficinistas y currelas, ahora es una tabla de salvación
para los que creyeron que los madrileños podíamos comer todos los días a
la carta. Y es que no sólo cadenas como Ribs, Foster´s Hollywood o
Vip´s han engrasado sus cadenas de montaje de carnes picadas, filetes de
aglomerado de pollo y sandwiches elásticos,
también restaurantes de cierta enjundia han tenido que sacar el cartel
escrito con rotring y ofertar el pack de
primero, segundo, postre o café, vino y pan
para poder seguir abiertos. Al final, se ha impuesto el menú del día...
sobre todo el de Cáritas.
Habitualmente en los menús priman arroces a la
cubana, espaguetis con tomate, chuletas de cerdo y filetes de panga.
Todo acompañado de patatas fritas congeladas...
incluso con las natillas si es menester; pero escarbando un poco uno
puede encontrar menús más que dignos e incluso la ocasión de comer en
sitios que serían prohibitivos yendo a pelo, tirando de carta.
Lo del Crumb no es un King ahorro. El más barato cuesta 10,90 y el deluxe 11,90.
Pero es una buena elección en la zona centro si no tienes mucha gusa o
aspiras a ser modelo de Treblinka.
La fachada es blanca, pulcra, con la frecuente discreción infligida a
los locales modernos que, como signo de distinción, pretenden
aparentar que no hay actividad comercial alguna, que no se vende nada,
no sea que vaya a entrar un heavy de Portazgo. Los
comercios de Conde Duque y alrededores son de/ para la tribu. ¿Qué
tribu?... no sabría decir pero se les indentifica enseguida: ropa con
cuadritos, cenefas o sacada de un trastero, pelo enmadejado pero
milimetricamente compuesto, llevan gafas aunque tengan
vista de topgun, van a
los Renoir, odian el deporte, hacen madalenas con aguaplast de colores
encima, tejen bufandas en agosto y creen que Vanilla Ice es el nuevo pancake
de Mississippi belle.
Definir la decoración del local es reiterar en
tópicos: elegancia lechosa, tutti-fritti vintage por aquí, reivención de
objetos por allá, iluminación con cableado de obra e incluso un par de
sacos de harina o de cemento que, parece ser,
quedan niquelaos tirados sobre un palé... el toque ARCO. Antes de comer
tomamos una caña en la barra en espera de que quede mesa libre. El
camarero, un chaval en esa franja de edad que hay entre hacer un
doctorado y empezar a perder pelo, nos fue describiendo
las distintas opciones del menú.
Y mientras me inclino por uno u otro
sandwich observo que Gianni Agnelli me escruta, desde una revista Forbes
que hay sobre la encimera, con ese semblante relajado y condescendiente
que se adquiere cuando la vida se reduce
a un gran tablero de Monopoly en el que todo está en venta. No tarda
mucho en quedarse una mesa libre. Hasta ella nos guía una chica con
gafas de azafata del "Un, dos, tres". Realmente el servicio resulta
enternecedor, por momentos nos envuelve un halo de tímida
gentileza que me reconcilia con la condición humana, como si un
video-clip de Papá Topo se hiciera realidad. Nos sirven la crema de
brócoli que pedimos de primero (la alternativa era una ensalada).
Sorprendentemente es sabrosa, cremosa, convincente... un buen
arreón para este tiempo otoñal a pesar del unplugged
aerófago consiguiente. Sin dilaciones llega el plato central, la razón
por la que el Crumb se ha convertido en un referente... los sandwiches.
Probamos dos:
el de roastbeef con no se qué hostias y otro de sardinas maceradas y
hierbajos.
Simplemente, cojonudos. Como diría un bloguero trendingmaniaco: "sabores
intensos, cargados de matices, con una combinación de
ingredientes ligados en su justa medida y equilibrio para realzar unas
materias primas de primer orden que explosionan en la boca como sutiles
burbujas de una leucorrea".
Vienen acompañados de un cuenquito de patata
asada con boniato, con papas meneadas con
virutas de torrezno o con un mix de ensalada. Eso sí, todo tiene dos bocaos... no es un menú para encofradores. De repente me doy cuenta de que estamos con los postres (mousse de chocolate y de yogur con fresas o algo así). Y es que nos sentamos los últimos y nos vamos los primeros. Hemos comido como
panzers, el resto en slowplay.
Sin duda el éxito del Crumb se debe a la calidad de
los productos con los que alquimian: esos panes de espelta,
semintegrales, con nueces, con olivas... a la autenticidad de la
lechuga, la rúcula, el tomate... a la contundencia de la sardina
marinada, los quesos, la carrillera... e incluso a la disposición de
cervezas de "autor"... ya sabéis, como si las hubiera cocinado Neil
Young y embotellado Nick Cave.
En la página de Facebook se autodefinen como: "fine
dining restaurant". Está bien tener la autoestima tan alta en tiempos de
incertidumbre.
Mi humilde consejo de chaval de barrio ajeno a los
endogámicos círculos gourmets
es que no se flipen. Recientemente subieron el menú 1€ y lo suprimieron
los viernes. A día de hoy el Crumb es una buena elección. Si suben los
precios, no. Me quedo con la reseña de un usuario de 11870.com que por ser sencilla no es menos aguda:
"...Me he gastado 13€ en un sandwich y una caña y me he ido de allí con
hambre".
Saciar el hambre es todavía uno de los motivos por los que comemos, aunque alguno crea que alimentarse es vulgar.
Arnyfront78
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