C/ Infantas, 9
Metro: Gran Vía (líneas 1 y 5) y Chueca (línea 5)
Botellín (Mahou): 1,80€ Caña: 1,75€ (Cruzcampo)
Tapas:
ensalada de pasta con mahonesa, paella con magro, chorizo frito,
tortilla, empanadillas congeladas, almondigas, ensalada campera,
alitas...
Especialidades:
el megabocata de lacón con queso de teitlla fundido, callos a la
madrileña, pimientos del padrón, revuelto de bacalao, lacón con grelos,
sepia a la plancha...
Menú a 9€ (con tres primeros y segundos a elegir)
Tengo
cariño a la calle Infantas. Allí celebramos una nochevieja extenuante
allá por 1995. Alquilamos una whiskería (eufemismo con el que que se
camuflan los prostíbulos) y nos gastamos en el Alcosto de Aluche el
resto de lo recaudado en priba. Aquella noche fue para todos los gustos:
equipos electrónicos que no sabían nadar, comas etílicos cada media
hora, potas con langostinos sin digerir, peleas entre chuzos, hímenes
con grietas y unas ganas de follarme a todas las chicas de la fiesta que
se quedó en eso... en ganas. Aquel burdel tenía su gracia, pero pasó a
mejor vida.
El proceso opaco de gentrificación del barrio de Chueca por parte de la camorra gay
que, con la coartada de echar a putas y yonkis y reactivar el deprimido
panorama comercial, ha colonizado la zona como hace el sionismo en
Palestina, ha supuesto un punto de inflexión para los negocios
tradicionales que no venden lubricantes o dildos con forma de puño.
Pero, por desgracia, también hay algún que otro superviviente...
hablamos de los santuarios de "la ruta de la bazofia" de la calle
Infantas que, a base de barreños llenos de comistrajos por cada
consumición, ha triunfado entre la clientela más suicida. Esta trilogía
infernal compuesta por "los guarros de las grasalaxias" (El Tigre), "las
sobras contraatacan" (El Respiro) y "el retorno del friting" (El
Pezcador), hace las delicias de intestinos obturados, hígados
angustiados y cólones cantando el "Pobre de mí". Es verdad que también
hay matices. Si bien El tigre es la cima de la abstracción en el mundo
del aperitivo y El Respiro le sigue a la zaga, El Pezcador intenta
mantener algo más el tipo con una cocina especializada en la trinchera
pero sin mezclas imposibles, lloviznas de salsas, líquidos serosos o
guisos posnucleares.
Pero por ser el más digno de los tres no obtiene mi
absolución. El último día nos cascaron un ensalada campera que pudo
haber aliñado Vincent de la Chapelle, no porque estuviera a la altura de
tal insigne chef sino porque podría llevar allí desde el siglo
XVIII. También los guisos, que sacan sin cesar para que la peña siga
pidiendo priba, tienen ese regusto cuartelario o de hostal de
Benalmadena que no acaba de convencerme. A pesar de que hay buena
voluntad, la cocina no es buena... exceso de saturados. Pero desde
luego, comparado con el gastricidio del Tigre, el Pezcador podría pasar
por la cocina de Arzak. De lo poco que se salva es el bocata de lacón
con queso de tetilla fundido (al estilo del Melo´s) y algún que otro
plato que sólo requiere saber echar aceite y pimentón (el lacón y
el pulpo a la gallega) o simplemente depositar lonchas (jamón y queso).
Otra cosa es que a pesar de que nada esté muy allá, uno se inmole, al
igual que en el "Mareas vivas", y decida que la tarde o la noche va ir
de hidrocarburos en el buche y se deje embriagar por un ambiente
desenfadado, jaranero y con olor a colza.
De ahí el habitual "no cabe
nadie más" en su reducido aforo. Eso sí, si te sientas vas a tener que
aguantar la presión de los camareros para que pidas sin cesar. Hay uno
en particular, del que no daré detalles, que, aunque parece majo, es un
jodido coñazo, un Jim Carrey de las bandejas y del "alguna otra
cozita...". En la barra por contra, en la que sólo caben seis personas
puestos como para parar un penalti, atiende un profesional de tomo y
lomo, sin desmanes, desantenciones, excesos ni gracietas andaluzas.
Te
pregunta qué quieres, te pone dos platos abundantes de aperitivo (sí,sí,
he dicho dos) y está atento a cuando se está acabando la bebida para
ponerte un tercero, un cuarto, así sucesivamente... sin decir nada de
más, como Alain Delon en "Le samouraï". Por lo demás, es un
establecimiento limpio, en el que, afortunadamente no hay bufonadas;
sólo ornamentos temáticos como maquetas de barquitos, caracolas, una red
de pesca y un perchero hecho con pezuñas de cerdo del que penden las
primeras cazadoras de entretiempo.
Ya
está aquí el otoño, pronto llegará el invierno y los tres avernos de la
calle Infantas seguirán calentando a la gente sin necesidad de
calefacción, sólo a base de tapas forrajeras y cuescos.
Arnyfront78
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