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viernes, 8 de noviembre de 2013

Cafetería Hawaii

C/ Pérez Galdós, 9
Metro: Chueca (línea 5)
Botellín: 1,50€ (Mahou)
Tapas: Choripapas, filetes de pollo con tomate, queso con aceitunas, papas con carne, papas bravas...
Especialidades: sartenes de huevos rotos, cloquetas, papas bravas...
 




En la calle de un ilustre, el decimonónico Pérez Galdós (sin el Benito), entre el gueto rosa de Chueca y Malasaña, se encuentra este reducto de resistencia madrileña a la modernidad: la Cafetería Hawaii. Con su entrada anodina, coronada por un rótulo con una misérrima palmera, se accede a los dominios del camarero, cuyo asomo de tupé ganado en vísperas a una calvicie más que segura, desafía a la clientela con el tronío de quien está hasta los cojones de abrir tercios y contar vueltas. 

Por un resquicio de la barra se adivina la cocina, y como sacada de "Amarcord" aparece una cocinera con lamparones en el pelo y medio pincho de tortilla adherido al moflete izquierdo, restos de picoteo y gula de quien no tiene otra cosa que hacer que guisar engordando. Los botijos son Mahou y el grifo creo que también, y entre los cuerpos enjalbegados de cuatro albañiles que besan al tio DYC, recojo una tapa ovalada de lo que parecen ser trozos de filetes de pollo empanados bajo una salsa de tomate viscosa.  


Pero no está mal el invento, seguro que es mejor que una especie de patatas con carne navegando en torrentes de aceite que han endosado a un solitario de barra que, por supuesto, no se las comerá. En el estrecho pasillo que conduce a la zona de mesas se agolpa una clientela chillona, casi escandalosa, que bebe y pide priba con ritmo, con fluida profesionalidad.  Sólo los chinos, que ocupan las dos tragaperras, guardan el tenso silencio que precede al premio. Miro al horizonte de la barra y una pata de jamón, sin carne, casi sin hueso, pide auxilio, como si quisiera que alguien acabase con su agonía. Pero allí seguirá mañana y al otro, intentando hacer juego con las paredes anaranjadas pintadas seguramente por algún amigo del dueño.   


De repente, una araña de piel alheña, algo de ojeras y 50 kilos de procaz desidia, regatea entre los fumadores agolpados bajo el umbral. Algún que otro miembro erecto indica la dirección tomada por la camarera, por una rapaza de aquí o acullá, que, a pesar del lógico hastío que conlleva una vida entre desperdicios y machos salidos, preserva una calidez hipnótica. No tarda ni tres minutos en ponerse el mandil para empezar a recoger cordilleras de platos apilados en las mesas y mientras pasa la bayeta junto a un bodegón necrosado, el hedor a cordero ataca a su colonia del Bershka. Dentro de ocho horas tendrá que volver a ducharse. Y yo también. Y mi jersey con olor a pimientos no sé si podrá salvarse. 

Pido la cuenta...el botellín sale a 1,50. Ni barato ni caro, ni regalo ni hurto. Aún así tiene más gracia que la mayoría de bares "superenrollados" y sintéticos que hay por la zona. Pronto se pondrán de moda en Chueca las infusiones de látex. Un pedacito de Honolulú en Madrid que, a partir de medianoche, deviene en manglar.  
Aloha!!!!!

Arnyfront78

2 comentarios:

  1. Buenas Noches, me gusta leer este tipo de blog ya que te enseña mucho más que cualquier otra guía de restaurantes. En este momento cual seria para usted el mejor bar-taperia del centro de Madrid, haciendo la acotación de Precio-Calidad.?

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  2. Muchas gracias por la parte que nos toca. : )
    Respecto a bares de la zona centro recomendables... no sé... hay muchos... demasiados. Además no somos muy fiables a la hora de frecuentar bares, ya que, habitualmente anteponemos los cutres con salero a otros que tengan buenas tapas pero insustanciales. No obstante, hay indispensables como el chorizo a la sidra y el cabrales de El Ñeru, La Taberna de la copla en Malasaña, las tortillas de Casa Paco en Argüelles, el bacalao de La Revuelta, los callos de la Botillería de Maxi, Parrondo a pesar de su precio, El Rincón Abulense, La Alegria en la calle Veneras, La Castela en Retiro, Entre Cáceres y Badajoz en el barrio de Salamanca..... en definitiva, cualquier lugar en el que uno esté a gusto aunque sea en un parque con un litro.

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