C/ de Saavedra Fajardo 28
Metro: Puerta del Ángel (línea 6)
Abierto todos los días
Botellín: 1,25€ (Mahou). Grifo de Mahou.
Tapas: Mal...pedacito de empanada comprada en la pollería o max mix de frutos secos.
Especialidades: Sushi, makis, nigiris, uramakis, futomakis, sashimis, hosomakis, pollo con salsa teriyaki, tallarines...
Paula y su tienda
llevan suministrando al barrio refrescos, chuches, ruffles y lejía desde
hace más de quince años. Fue pionera en el barrio de Puerta del Ángel
(junto al chino de Antonio Zamora), aunque a diferencia
de éstos, Paula ha entrado en el barrio. Al ser tan parlan-china ha
extendido puentes con la comunidad que el resto de asiáticos, ahora
afincados con multitud de tiendas y bares, nunca tenderán. Los chinos
colonizan de forma infecciosa; venden de acuerdo a
las exigencias del mercado y luego a otra cosa. Su adaptación al medio,
su capacidad para entender las reglas del juego con el fin de
subvertirlas es muy aguda.
No se cortan a la hora de prosperar en el
filo de la ley utilizando las lagunas y deficiencias
de una administración obstruida por la burocracia. Así, cuando la
autoridad correspondiente va a decretar el cierre de un local, por
carecer de los permisos exigidos, la mayoría de las veces ya se han
trasladado veinte metros más allá para iniciar una espiral
de plazos y recursos que colapsan el sistema sancionador municipal.
Parece que dispusieran de un sónar que captase cualquier tipo de
obstáculo que, por supuesto, saben sortear. Cualquiera podría hacer lo
mismo que hacen ellos, pero no lo hacemos. Son explotados
por su propia gente y entienden que la vida es así de dura porque los
hombres la hemos hecho así. No pierden el tiempo compadeciéndose, ni
escrutando la más que mejorable condición humana... lo aceptan e
intentan prosperar dentro los márgenes que les han pautado.
No quieren vivir en y con la comunidad... quieren vender a la comunidad
asumiendo su esclavitud. Nos puede parecer una actitud mezquina e
incluso indigna, puede que así sea, pero no todo el mundo está en
condición de reprobar su propia forma de vida. Normalmente
quien se lo plantea es porque tiene alternativas.
Paula es una curranta
nata, trabaja tanto con su físico como con su intelecto. Entras a
comprar una docena de huevos y un litro de Coca-cola y, con su
vehemencia salá, te endosa media sandía ("que ahola vienen
dulces") y unos bollitos con pepitas de chocolate que dice que están muy
buenos. Interactúa, saluda a los vecinos que pasan por la puerta y se
puede tirar tres cuartos de hora charlando al mismo tiempo que atiende
la caja con gran presteza. En definitiva, trabaja
para tener más trabajo... es una zapadora de las relaciones públicas.
Hace escasamente dos años empezó a vender litros de birra, hasta
entonces carecía del permiso correspondiente... no vendía priba bajo
cuerda como el resto de sus insondables compatriotas;
esto da muestra de que quiere seguir los cauces legales, de que su
negocio no es flor de verano.
Hace año y medio ha
agrandado el negocio en plena crisis. Se ha trasladado al local de al
lado y ha montado una tienda-bar. La tienda a mano izquierda es la de
siempre... para pillarte un par de litros y unas
pipas y matártelos en el parquecito de enfrente con vista a la Almudena.
El bar... inaudito: un bar de sushi japonés, montado por una china y
atendido por un moro. La verdad es que los gazpachos de nacionalidades
son habituales por aquí, pero no deja de sorprenderme
que en un bar supuestamente japonés no haya ni uno (cosas del siglo
XXI). Pero ahí está Paula... chaparrita, miope y vivaracha para hacer lo
imposible y reconciliar a China y Japón a escasos metros de la rivera del
Manzanares. El marido, una especie de Sandokán mandarín,
habla un castellano de Orcasitas... con rotundidad y fluidez. También
atiende las mesas cuando no está charlando o liado con el smartphone.
Y es de agradecer, en un restaurante asiático, que, cuando pides
tallarines con ternera no te traigan wan-tunes fritos. Respecto a los
distintos tipos de sushi, nigiris, etc...no me veo capacitado para
juzgarlos, pero cada día tiene más adeptos. Una vez superada
la prueba del primer mes sin defunciones por intoxicación, la cosa va
sobre ruedas. Los precios son asumibles para la gente del barrio. Lo que
si te puedo decir es que el botijo cuesta 1,25 y la tapa es una mierda
(un raquítico trozo de empanada de Zabala,
cacagüés o pistachos).
La verdad es que fue decepcionante, creí que
Paula se iba a tirar el pisto y nos iba a poner unos sushis, pero
bueno... seguirá siendo un puesto de avituallamiento de camino al
Calderón y, sobre todo, es una vecina que ha visto crecer
a los niños del barrio que cambiaron los balones por bellotas de 25
gramos.
Ni hao, pasmaos!!!!
Arnyfront78
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