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domingo, 22 de septiembre de 2013

Airiños do Miño

C/ de Ponciano, 4
Metro: Noviciado (línea 2) o Plaza de España (líneas 2, 3 y 10).
Botellín: 1,30 (Mahou). Grifo de Estrella de Galicia.
Tapas: Buena cantidad... papas con chorizo y pimientos de padrón, papas con carne, langostinos cocidos, tortilla campera con chorizo, mini-percebes...
Especialidades: cocina gallega...marisco, lacón, empanada, churrasco de ternera, pimientos de padrón...



Hay bares a los que puedo ir treinta veces que no sé cómo volver a ellos, bien porque se encuentran en un laberinto indescifrable de calles, bien porque el alcohol evapora el rastro de baldosas amarillas, o por ambas cosas. Si me dijeras que te explicase cómo se llega a Airiños do Miño lo llevas claro. Sé que está entre la Plaza de España y San Bernardo, pero siempre que voy tengo que dar un par de vueltas por la zona para poder encontrarlo. Eso me ha permitido descubrir nuevos rincones hepáticos que desglosaré en breve, así que no me preocupa demasiado la amnesia. Creo que incluso es selectiva. 

La primera vez no tuve buenas vibraciones. Era viernes, el aforo estaba a tres cuartas y yo jodido de la muela del juicio. De tapa me plantaron una docena de percebes párvulos del tamaño de la uña del meñique. Asombroso, desconcertante... percebes de tapa. El cocktail de olor a tabaco (por entonces se podía fumar), de sustratos de grasa rancia embelleciendo capa a capa las paredes, de la ampolla analgésica para equinos que llevaba en la sangre y de los citados percebes exhibiendo un obsceno manojo marino de condilomas acuminados, fue aterrador. Pero volví por allí, con ganas de confirmar o rectificar la impresión abstracta que me había formado, y la verdad es que, por un lado, el sitio es aún más pringoso de lo que recordaba, pero por otro, creo que merece una oportunidad para el neófito que puede ser la única o la primera de muchas. Como en la mayoría de tascas de la new wave folclórica, o la odias o la amas o la amas odiándola o la odias amándola. Por allí andan siempre chicas de hoy en día que están hasta el coño de los bibliobares que se llevan por la zona y que se dejan caer por allí en busca de yesca. La última vez, una de ellas entabló un debate autocolectivo, sobre la crisis bancaria en Chipre, con los que allí estábamos: los agentes de Tabernomaquia, Cristian el camarero, una amiga suya hablando por teléfono para no escucharla y un bebedor de chatos que ajustaba el sonotone. El acta de reunión concluyó que los que nos gobiernan se dividen entre abyectos e incompetentes y que siempre será así. Quería seguir hablando pero a saber de qué...
 
Decir que el dueño, como le ocurre a la mayoría de patriotas que acaban yéndose de su tierra, necesita robustecer su fe exhibiendo bufandas y enseñas del Celta y el Depor (pensaba que eran enemigos irreconciliables) y una bandera roji gualda (escasamente menor a la que ondea en Colón) que vela porque los bebedores cumplan la ley. Pero creo que parte del éxito relativo que tiene el bar se debe a Crisitian, el camarero. Es verdad que lo raro sería ver a un lapón haciendo piña colada y no a un sudaméricano sirviendo pulpo, pero no dejan de asombrarme ciertos, a priori, contubernios que, en la práctica, funcionan. Desde luego que este sitio no tendría la misma gracia si lo llevasen las polillas que revolotean en torno a la lámpara. Crisitian no es que sea la alegría de la huerta pero el tío es amable y generoso. Parece uno de esos secuaces de Daddy Yankee que flanquean las atezadas nalgas de las abanderadas de "Oye mi canto"; pero me temo que no, que no tiene esa suerte, que es un currante nato que da cuartelillo, sin dobleces, a cualquier brasas que va a soltarle la chapa. 

Me recuerda a todos esos amigos sudamericanos (Miguel, Natalie, Alex, Erison, Mario y por suspuesto, nuestra madre Teresa, la gran Teresa) que tanta mierda nos han aguantado en el bar del barrio. Ya no queda ninguno de ellos, ni tampoco nadie en el bar. Esta crisis ha hecho que vuelvan a sus casas y que parte de nosotros (los españoles con oportunidades fuera, no la gente del gueto que seguimos inermes bajo la tormenta) abandonemos la nuestra. Todos tenían algo en común, algo que se nos ha olvidado o no hemos aprendido aún: humildad.

Arnyfront78

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